Señor, le respondió el enfermo,
no tengo hombre que me meta en el estanque cundo el agua es agitada;
pues entre tanto que yo vengo, otro desciende antes que yo. Jesús le
dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. Juan. 5:7-8.
A lo largo de la historia del
hombre, Satanás a trastornado al hombre, con enfermedades síquicas,
físicas y materiales. Decir esto en el siglo XXI, es una locura o te
tiene por un demente.
La triste historia del hombre nos enseña que
el hombre no esta excepto de enfermedades. Nuestra historia se
desarrolla en Betesda.
Un hombre que arrastraba una enfermedad larga
de 38 años y además era penosa, al igual que muchos de ustedes, que
tienen enfermedades largas y costosas.
Jesús le hace una pregunta
retorica ¿Quien eres? La patética respuesta del afligido pone de
manifiesto una historia de miseria física, de haber sido abandonado
por sus amigos y familiares.
Su historia llena de desengaños de sus
amigos y de reiterados motivos de esperanza. Puede ser nuestra
propia historia en este siglo XXI.
Su única esperanza estaba en el
estanque que a la sazón se suponía que era milagrosa.
En su afán de ser sanado en el estanque, se olvido de quien podría curarle.
En su afán de ser sanado en el estanque, se olvido de quien podría curarle.
Pero un día su esperanza alumbró su triste vida. No pensó de que
Jesús podría salvarle la vida física y la espiritual. Y esto nos
pasa muy a menudo a los seres humanos.
Con voz suave y melodiosa
Jesús se dirigió al enfermo. Su presencia le inspiro confianza al
enfermo (DTG.171-172). La voz melodiosa de Jesús diciendo:
“Levántate, toma tu lecho y anda”.
La nueva oportunidad de
rehacer su vida vino de un Dios bondadoso. La nueva oportunidad que
se le presentaba no le exigía competir con nadie.
Su respuesta a la
invitación de Jesús no de pendía de su capacidad de correr más,
de hablar mejor o de destacarse mas que otros. Dependía sólo de su
fe.
Mediante ella podía aferrarse al poder sanador del profeta de
Galilea y obtener su rehabilitación.Sólo mediante la fe sanadora y
mediante la intercesión de Cristo el hombre podría ser sanado.
Este
milagro nos enseña mucho acerca de la forma en que Dios trata al
hombre. El Señor nos ofrece salvación a ninguna persona por lo que
ésta sea, por lo que pueda hacer o por el puesto que ocupa en esta
sociedad.
Dios mira más allá de todo eso y ve la necesidad del
hombre.
Con infinita compasión se inclina hacia él, dondequiera que se encuentre, y suple su necesidad.
Con infinita compasión se inclina hacia él, dondequiera que se encuentre, y suple su necesidad.
La salvación no depende de un
sorteo o de un número afortunado.
La salvación es por medio de la fe
y esta se tiene que ejerced en la vida del hombre, sin fe es in
posible llegarnos a Cristo. La fe es la mano del hombre que se aferra
q Cristo.
MARANATA.
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