Pedro
le dijo: no me lavaras los pies jamás. Jesús le respondió: si no
te lavare, no tendrás parte conmigo.
Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Juan 13:8-9.
Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Juan 13:8-9.
Una de
las peores cosas de la humanidad es el orgullo y la presunción. Y
todos tenemos un poco de ello.
Pedro poseía estados cualidades, la
negativa de esos violentos estallidos era una característica de su
forma de hablar (ver.6).
Sus palabras reflejaban confianza propia y
no una humilde sumisión a Cristo. Muy a menudo nosotros los
cristianos somos como Pedro.
No nos gusta que nos enseñen, y estamos
dispuestos a hacer nuestra voluntad. No espero Pedro a saber lo que
Jesús le iba a enseñar.
Pedro daba un sentido total a cada palabra
cuando afirmaba “No me lavarás los pies”.
En vista del significado simbólico de lo que Jesús estaba haciendo, sólo así Pedro podría tener parte con Cristo (ver 12, 15).
En vista del significado simbólico de lo que Jesús estaba haciendo, sólo así Pedro podría tener parte con Cristo (ver 12, 15).
Unos de los
factores del espíritu independientes y la altivez de Pedro no
concordaba con el carácter de los que disfrutaban una comunión
espiritual con su Señor.
Esto mismo nos pasa a los hijos de Dios, no
damos tiempo a que Jesús nos enseñe, y vamos por el mundo, como
vamos. La respuesta de Jesús a Pedro tenía un propósito.
Deseaba
que el discípulo comprendiese que su salvación dependía de lo que
hiciera por Jesús, sino de lo que Jesús hiciera por él.
Cuando
Pedro entendió esta verdad, su desafío se derritió al instante.
Desde entonces los cristianos profesos han repetido el error de
anhelar una religión hecha por uno mismo.
Pero sólo unos pocos han
emulado el completo cambio de actitud de Pedro. Pocos han reconocido
totalmente que la fe por la que se lavan los hombres es la aceptación
del poder purificador de la gracia divina.
¿Cómo obra esto en la
vida del creyente? La conversión no es de un día para otro. Y
muchos cristianos que espera la venida de Cristo se pregunta: “¿Que
puedo hacer para recomendarme ante Dios?”
Todo lo que hago no me
llena el corazón, y siento un vacío en mi vida que no puedo
explicar. Lo que el cristiano hace es depender de el, en vez de
depender de lo que Dios hace por ti.
Su celo ha hecho que se debilite
la oración y la meditación. Que es la base del verdadero cristiano.
Dejemos que Cristo nos limpie nuestro inmundo corazón y aparte todo perjuicio de nuestro arrogante corazón.
Dejemos que Cristo nos limpie nuestro inmundo corazón y aparte todo perjuicio de nuestro arrogante corazón.
Cuando veamos la luz en el
camino, sabremos que estamos a su lado y nada cambiara nuestra
trayectoria hacía el trono de la gracia.
Los ángeles están obrando
en nuestro favor, cuando ven que dependemos de la gracia divina para
nuestra salvación.
MARANATA.
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