Vosotros
me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si
yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también
debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he
dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Juan
13:13-15.
En
este tema hay dos lecciones que debemos de entender en este pasaje:
1º Jesús les dice a sus discípulos en todo tiempo que estuvieran
en la tierra, debían de ser tan anegados y considerados como lo fue
el hacía ellos.
Así como no hizo valer sus prerrogativas de
“Maestro y Señor”, tampoco debían ellos preocuparse por el
“status” o la posición, sino que debían servirse mutuamente en
el amor.
Es una lección que es difícil de aprender dentro de la
jerarquía en la iglesia. 2º el orgullo y la arrogancia que van de
la mano, no han aprendido la verdadera humillación de Cristo.
De
Jesús se dice: “que se humilló a sí mismo” (Fil.2:8). El
incidente en el aposento alto habla de esta máxima humillación, que
fue el plan de la redención.
Muchos dirigentes hacen este rito de
humildad, y al día siguiente en una junta sale su verdadero carácter
indómito de controlar todo.
Ante la significación de este evento en
el aposento alto, y en la vida de Jesus, algunas iglesias cristianas
han perpetuado el lavamiento de los pies como una simple ceremonia
“conmemorativa
de humillación” (DTG.p. 605).
Se cuenta la historia de Dr.
Leonardo Griffith. “En el campamento que el instalo para jóvenes
que vivían en la calles, el instalo unos retretes.
Cada mañana se
levantaba antes que ninguno para limpiarlos. La gente le decía:
¿porque no busca a personas para esta tarea?
¡No es una tarea para
el jefe! Y este hombre humilde, siempre daba la misma respuesta. Y un
día cansado de que la gente le decía lo mismo. Y un buen día les
dijo a esas personas:
'Lo hago porque soy el jefe y porque quiero
hacerlo. Nadie debe ser obligado a realizar un trabajo sucio y
desagradable'”
Si observamos la indiferencia de los discípulos,
cuán simple hubiera sido para Jesús decir: a Pedro o Juan, ¿queréis
lavar los pies a vuestros hermanos?
Cristo quería establecer un
vínculo de compañerismo y al mismo tiempo un vínculo de humildad.
Este acto en si mismo nunca se convertirá en una ceremonia hueca,
sin sentido, o se la recuerde como símbolo de la humillación de
Jesús.
Nadie puede participar de este rito, sin pedir perdón a su
hermano que el ha ofendido. Jesús no había obligado a los hombres o
desempeñar el papel de siervo.
Este acto de humildad debía de ser
voluntario. El jefe del campamento no obligo a nadie a desempeñar
dicha labor.
Cristo pronuncio unas de las palabras más solemne.
“Ejemplo os he dado” ¿ves y haz lo mismo?
MARANATA.
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