domingo, 17 de enero de 2021

EL AMOR Y LA HUMILDAD.

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. 1º Cor. 13:4.

Pablo nos da la linea de lo que es el amor y ocho actitudes que son completamente extraña a nuestra naturaleza. 

En esta apología presenta las características superiores del amor en su aspecto positivo y negativo. 

Ya que hay personas que no son creyentes, pero aman a su prójimo. Pero también hay personas cristianas que también hacen lo mismo. 

En cuanto a los cristianos que aman de verdad y están dispuesto a pasar por alto las faltas del ser amado. 

A pesar de las frustraciones, los desaires y la ingratitud, el amor sigue manifestándose. 

La paciencia o longanimidad, en un mundo donde prevalece la impaciencia y la intolerancia, es un precioso atributo. 

El amor es magnánimo con las faltas, fracasos y debilidades de otros. 

¿A quién no ha admirado el amor de una madre hacia un hijo descarriado, o bien el amor de una esposa por el marido indigno? 

Reconocemos que todos los seres humanos son falibles, y que por lo tanto, deben esperar que haya manifestaciones que revelen los errores que resultan de la naturaleza pecaminosa inherente del hombre. 

El amor siempre busca una intepretación caritativa de las acciones de los demás; el amor siempre está pensando en lo que puede dar, sin recibir recompensa. 

La paciencia es lo opuesto a la precipitación, a la expresiones y los pensamientos apasionados y a la irritabilidad. 

“sufrido” es paciente y tranquilo y cuando es oprimido responde con el amor. Es benigno “gentil”, y “manifiesta bondad”. Esto describe la naturaleza bondadosa del cristiano, ya que es movido por el Espíritu de Dios. 

La idea de la palabra es que en todas las circunstancias de la vida, ya sea ásperas o irritantes, dolorosas o penosas, el amor es suave y gentil. 

Otro aspecto del amor es que no exige el control de la personalidad del ser amado. El amor no es celoso ni egoísta. 

Siempre piensa en los intereses de las personas amadas y no en los propios. 

La envidia es uno de los peores defecto, por el cayo Lucifer, y por este defecto quiere que caigamos los hijos de Dios. 

El amor no se envanece, no se “enorgullece”. El amor no infla a una persona de vanidad; no produce engreimiento y ensalzamiento propio. 

El amor traspasa los limites del espacio tiempo, y nos lleva a las moradas eternas. Al olvidarnos de nosotros mismos, encontraremos el verdadero significado de la vida. 

Y al satisfacer las necesidades humanas, encontramos a Cristo. El amor se manifiesta no en palabras bonitas y rebuscadas, sino en buenas acciones. Cristo fue nuestro ejemplo, imitemos le.

MARANATA.

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