viernes, 14 de agosto de 2020

CABALGANDO EN ASNOS.

Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra Ecl. 10:7
Una de las cosas que el hombre y mujeres deben de aprender en esta vida, es a no juzgar por la apariencia exterior. 

Esto es un mal dentro de una iglesia, que empieza a corroer el alma.  

En los días de Salomón, la gente rica iba a caballo o a mula, y la mas pobre caminaban o corrían (2º Sam.18:9 1º Rey. 1:38; 2º Cor. 25:28; Est. 6:8; Jer.17:25). 

Jeremías señala que los nobles entraban por la puerta acaballo, pero que también entraba las mulas cargadas de alimento en su Santo sábado. 

Estos textos nos señala que la apariencia es engañosa. Los judíos alegaban obedecer a Dios en todos su requerimientos, pero violaban el Sábado haciendo su propia voluntad. 

Las apariencias engañan. “No es todo oro lo que reluce en esta vida”. Cierto es que sólo Dios sabe las cosas, y el juicio en aquel día será justo. 

Se cuenta una anécdota de un gran conferenciante, que decía las verdades de cómo estaba la iglesia. 

Cierto día fue invitado a dar una conferencias. El pastor de esa iglesia no lo conocía. 

Observo que dos hombres subieron al estrado, uno muy elegante, y el que estaba junto a él no bestia tan elegante. 

El pastor supo que el que estaba muy elegante era el que iba a llevar la conferencia. 

Cual no fue su sorpresa, cuando vio al menos elegante subir al estrado. Este hombre sencillo era el gran predicador, que sólo decía las grandes verdades que hoy no se dicen. 

Hace muchos años, cuando estudie en el seminario de Valencia, escuche a grandes conferenciantes, pero sólo uno llegaba a decir con sencillez la verdad que nos allega a Cristo. 

Recuerdo a un hermano de la fe, que era fontanero, hombre sencillo, temeroso de Dios. Era conocido en su ciudad, por decir la verdad sin temor, a expensa que la policía o la inquisición le echara mano y lo metiese a la cárcel, su vestimenta era sencilla, pero su elocuencia era grande. 

¿Cómo un hombre tan sencillo puede llegar a tocar los corazones? Conocí a un pastor, muy elegante, versado en la palabra de Dios, y en su gran elocuencia llegaba hacia el publico.

Tenia una apariencia de superioridad, pero dejaba mucho que desear. 

El tiempo me demostró que el primero, llegaba a los corazones, y el segundo llegaba a los pies. 

Las apariencias engañan, y no debemos de precipitarnos a conclusiones que serían perjudiciales para nuestras almas. El sabio vio a siervos que iban a caballo y a príncipes que caminaban. 

Esto constituye una reflexión para nuestras almas dentro de las desigualdades de la vida. Creo que el cristiano deberíamos de tener un descendimiento para seamos capaces de distinguir los valores reales del hombre.
MARANATA.
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