jueves, 16 de agosto de 2018

¿CREACIÓN O EVOLUCIÓN?

El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionando, será como su maestro. Lucas 6:40
Cristo nos da una lección que deberíamos de aprender con humildad y anegación. 

El alumno no es superior al maestro. Hay un dicho que dice: una corriente de agua no se eleva por encima del nivel de la fuente. 

Un proverbio chino dice que el estudiante no puede aventajar a su maestro. El contexto del ver. 39 sugiere que el maestro corresponde con el ciego que quiere guiar o enseñar a otro ciego. 

La moraleja es sencilla: quienes pretende enseñar a otros, deben tener una clara percepción de los temas que se propone enseñar. 

Esta parábola ilustra la misma lección presentada en la metáfora de los ver. 5:41-42: una persona que trata de sacar la paja del ojo de su hermano, cuando el tiene una viga en su ojo. 

Hay que ver con claridad en su propio ojo, antes de que se pueda ayuda a otro. La gran labor del Espíritu Santo es preparar a los hijos de Dios, y completar el carácter de Jesús en ellos. No es una labor de un día, o na semana, sino de toda la vida. 

Es una labor que muchos cristianos no llegamos a comprender, hasta que el tiempo se agote y nosotros no hemos sido salvo. 

Jesús habló claramente acerca de como llegar a ser semejante al Maestro: “Todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro”. 

Jesús nos hizo con mentes capaces de entender -por medio de la iluminación del Espíritu Santo- los principios de su reino. 

Estas mismas mentes, entonces, pueden tomarlas decisiones de actuar en armonía con esos “principios. Y ésos son los ladrillos con que se construye el carácter. 

El carácter se revela por medio de los actos habituales que están en armonía con el sistema interno de valores de uno. He conocido a varias personas que han tratado de aferrarse a la teoría de que el carácter es creado instantáneamente maduro. 

Creen que su posición es un testimonio del poder de Dios que obra milagros, y que prever un proceso más lento es hacer una concesión al pecado. 

Pero están encajonados en la posición de “todo o nada” que dice que, si detectan inmadurez en ellos mismos, deben dudar de que Dios ha obrado realmente el milagro en su vida. 

¡Y están atormentados por el temor de que quizá ni siquiera están convertidos. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. 
Su poder para cambiarnos tiene su raiz, no en el entusiasmo, en rituales místicos o en actos incomprensibles, sino en la verdad. 

Los anhelos del corazón de conseguir la semejanza a Cristo encuentra su más alta exposición, entonces, cuando decimos: “¡Jesús, enséñame! Muéstrame tu voluntad y responderé alegremente”.
MARANATA.
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