miércoles, 3 de julio de 2013

PROMESAS DE DIOS 2º PARTE.

 Jehová Dios mío, en ti he confiado: Sálvame de todos los me persiguen, y librarme. (Sal. 7:1).

Cuando acudimos a nuestro Dios, debemos ser como niños, sinceros y sin miedo.  Si borramos las promesas divinas de la Palabra de Dios ¿que nos queda? Solo encontraremos un vacío en nuestro corazón, es como eliminar el sol del cielo.

Cuando contemplamos las promesas de Dios podemos hallar consuelo, esperanza y gozo, porque aquellas constituyen las palabras del infinito (MeM 348). 
La ley nos lleva a Cristo.
La fe es sencilla en su acción y poderosa en sus resultados.  Muchos cristianos que tienen un conocimiento de la sagrada Palabra y creen en su verdad, fallan en la confianza que es esencial para la religión de Jesús.  No alcanzan a otros con ese toque peculiar que produce la virtud de curar el alma. (R. the M. of Christ. p. 97).

La fe no es un sentimiento -(2º Cor. 5:7). Fe y sentimiento son tan diferentes como el este del oeste.  La fe no depende de sentimientos clama ferviente mente a Dios con fe, tengamos o no sentimientos, y después debemos vivir nuestra oraciones.  Es por eso que "Cuando contemplamos las promesas de Dios podemos hallar consuelo, esperanza y gozo, porque aquellas constituyen las palabras del infinito".  Es por eso que debemos ejercer la fe.

"El cielo está saturado de bendiciones, y nuestra es la oportunidad de invocar las ricas promesas de Dios para nuestro beneficio.  Es necesario que busquemos al Señor día y noche para saber exactamente qué pasos tomar y cómo obrar". (MeM 348, 63).

En mi vida, cuando la lucha arreciaba, siempre me venia a mi mente una promesa de mi Dios.  Recuerdo que una semana no había nada en mi nevera, me puse de rodillas, y ore a mi Dios, le dije: ¿Señor no hay nada en mi nevera, no se cuanto tiempo vamos ha estar así? ¿No as prometido que no nos dejaras pasar hambre? ¿No dices mi Señor yo te ayudaré, y te protegeré? No estaba aun la palabra en mi boca, cuando se abrió la puerta y mi amada esposa venia con bolsas de comida.  Llore y alabamos a nuestro Dios. El gobierno me envío un cheque ese mes.

Si nos apropiamos de las promesas de Dios.  Luego, cuando llegue la prueba y la aflicción, esas promesas serán cántaros de manantiales de consuelo celestiales en nuestra vida. Debemos de creer sinceramente que Dios nos oye.  Debemos confiar en sus promesas que nos ha dado. Las promesas de Dios son plenas y abundantes, y no hay necesidad de depender de la humanidad para recibir fuerzas.  Dios esta cerca de ti, y de todos que piden las promesas y el oportuno socorro. (TM 381)

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