jueves, 11 de julio de 2013

LA FE POR EL AMOR

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. (Gál. 5: 6.)

Cuando presentáis vuestras peticiones al Señor, debéis hacerlo humildemente, sin vanagloriaros de dotes superiores, sino con verdadera hambre del alma por las bendiciones de Dios. 

Cristo siempre sabe lo que atesora el corazón. Debemos venir con fe en que el Señor oye y responde nuestras oraciones; porque "todo lo que no es de fe, es pecado". La fe genuina es la que obra por el amor, y purifica el alma. Una fe viviente será una fe que obre. 

Si fuéramos al jardín y encontráramos que no hay savia en las plantas, ni frescura en las hojas, ni brotes ni pimpollos de flores, ni ninguna señal de vida en los troncos y las ramas, diríamos: "Las plantas están muertas. 
Desarraigadas del jardín, porque son fealdad para el suelo". Lo mismo ocurre con los que profesan el cristianismo y no tienen espiritualidad. Si no hay señales de vigor religioso, si no se ponen en práctica los mandamientos del Señor, es evidente que Cristo, la Vid viviente, no mora allí. Solo cuando nos ha cercamos al lugar Santísimo con nuestras peticiones obtendremos la respuesta adecuada a nuestra fe.

La fe y el amor son los elementos esenciales y poderosos que obran en el carácter cristiano. Los que los poseen son uno con Cristo, y están cumpliendo su misión. Debemos sentarnos a los pies de Cristo como alumnos constantes y obrar con sus dones de fe y amor. 

Entonces llevaremos el yugo de Cristo, y llevaremos sus cargas, y Cristo nos reconocerá como uno con él; en el cielo se dirá: "Son colaboradores de Cristo". ¿Recordará nuestra juventud que sin fe es imposible agradar a Dios? Y debe ser la fe que obra por amor y purifica el alma.

No podemos sobre estimar el valor de una fe sencilla y una obediencia confiada. El
carácter obtiene perfección siguiendo el camino de la obediencia con una fe sencilla.  La fe genuina siempre obra por el amor.  Cuando miráis el Calvario no es para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento del deber, no es para disponernos a dormir, sino para crear fe en Jesús, la fe que obrará purificando el alma del cieno (estiércol) del egoísmo.


Cuando nos aferramos a Cristo por la fe, nuestras obra sólo ha comenzado.  Todo hombre tiene hábitos corruptos y pecaminosos que deben ser vencidos mediante una lucha de la fe.  Si uno es seguidor de Cristo no puede ser áspero en su trato (con su esposa y con sus hijos), no puede ser duro de corazón, desprovisto de simpatía; no puede ser vulgar en su lenguaje, no puede estar lleno de pomposidad y estima propia; no puede ser despótico, ni puede usar palabras ásperas, censurar (criticar) y menos condenar.

La obra del amor emana de la obra de la fe. . . "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad."

E. G. White, M.S.p. 16. (Por la fe podemos alludar ha muchas personas, Poblo por su fe en Cristo curo al paralitico.)

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