sábado, 21 de diciembre de 2019

LA HUMILDAD ES UN DON DE DIOS.


Tu arrogancia te engaño, y la soberbia de tu corazón, tú que habitas en cavernas de peñas, que tienes la altura del monte: aunque alces como águila tu nido, de allí te haré descender, dice Jehová. Jeremías 49:16
En esta amonestación que hace Dios a través de Jeremías, alude a una ciudad llamada “Sela” o “peña”. En los anales de Babilonia ya se hablaba de la ciudad de “Sela·. 

Una ciudad inexpugnable, por su situación geográfica, y por su contorno. Esta ciudad se encontraba entre 80 y 85 Km. Al sur del mar muerto. 

Es una fortaleza en las rocas, hoy la conocemos como Petra o “peña”. El único acceso a la ciudad era un desfiladero muy estrecho Sik, de 2 Km de largo, con unos muros de piedra de 30 y 50 metros de altura. 

Estos habitantes eran orgullosos, arrogantes y no temían a Dios. 

 Este pueblo era los llamados Nabateos, hombres del desierto, que no temían a nadie, saqueaban las caravanas del desierto que se dirigían a Damasco. 

Esta ciudad orgullosa fue y es de hecho una desolación y una advertencia para el mundo. Aquellos que no quieren ser amoldados por Dios, serán piedras muertas en el desierto. 

A través de estas palabras se puede ver cuánto menosprecia Dios un espíritu vano orgulloso y arrogante. En el sentido espiritual, el espíritu orgulloso daña, destruye y escarnece cualquier cosa pura que exista en el corazón humano. 

El orgullos es el enemigo más devastador del ser humano, no importa que sea uno creyente, o el más acérrimo ateo. Es muy sutil, y se apodera del ser humano. 

El ejemplo que nos da la Biblia es el de Pedro, “¡no me lavarás los pies jamás”! (Jun 13:8). Jesús sabía que Pedro tenia mucho orgullo en su corazón. Muchos de nosotros somos como Pedro, y el Señor tienen que hacer una gran obra en nosotros. 

Pedro estaba orgulloso de ser humilde. ¿no nos ocurre eso a nosotros? 

El señor no espera que sus hijos se rebajen llevando cruces o arrastrando grandes cadenas. Sino entra en tu recamara y humíllate ante tu Dios. 

Esa es la actitud del humilde siervo de Dios. Cuando declaramos que no somos ni valemos nada, sería conveniente que investiguemos nuestro corazón. Es posible que lo hagamos para llamar la atención. 

Creo que un cristiano no se debe de arrastrar por el suelo en humilde penitencia. Eso degrada Altísimo. 

Dios desea de sus hijos un cambio de corazón, un cambio en su actitud hacia los de más. 

Los hijos de Dios deben de estar libres de egoísmo y dedicar su tiempo a la obra de Dios, ya que es menester apresurar la venida de nuestro Redentor Jesús. 

Creo que la persona que este libre de egoísmo, recibirá el cumplimiento de Dios. “venid y enredad la tierra”.
MARANATA.
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Notificación: Estimados lectores de este blog. Oren mi salud y por este proyecto Sal. 62: 7”

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