Pero cuando se
manifieste la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los
hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración
y por la renovación en el Espíritu Santo. Tito. 3:4,5.
Este conocido pasaje
presenta un lazo estrechamente vinculado a la justificación y la
santificación. ¡Qué maravillosa salvación tienen los creyentes
en Cristo! Pablo apreciaba cada día más a Jesús, y reconocía que
todo lo bueno que había hecho o pudiera hacer era el resultado de la
salvación obtenida en Cristo.
La justificación y
la santificación, como experiencia, son inseparables. Podemos
separarlos teológicamente, pero en la vida no puedes sentir
verdaderamente el amor de Dios revelado en la cruz sin unirte con
Pablo, tembloroso y asombrado, para exclamar: “¿Qué quieres que
hagas?” (Hech. 9:6).
Se percibe un
delicado equilibrio en todos los escritos de Pablo cuando se refiere
al tema de la justificación y la santificación. Por ejemplo, en
Romanos 3:28, declara: “Concluimos, pues, que el hombre es
justificado por la fe sin las obras de la ley”, pero inmediatamente
agrega: “¿Luego por la fe invalidamos la ley?
En ninguna manera,
sino que confirmamos la ley” (vers 31).
En los capítulos
cuatro y cinco de Romanos, el tema de Pablo es la justificación por
la fe. Los capítulos seis y siete y ocho ponen de manifiesto los
lógicos resultados de la compresión y la aceptación de la
justificación mediante los méritos de Cristo.
El resultado aparece
resumido en Romanos 6:22: “Mas ahora que habéis sido libertados
del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la
santificación, y como fin la vida
eterna”.
Pablo
manifiesta de nuevo este equilibrio en Efesios 2:8, 9, cuando habla
de la justificación por la fe, y enseguida nos dice en el versículo
10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas”.
Puesto que Cristo es
el todo y esta en todos, no es una verdad; es la verdad. No es un
camino; es el camino.
No es una puerta; es la puerta. En Cristo hay salvación plena para el hombre en su totalidad; una salvación que se recibe sólo por fe en él, porque él es el único y todopoderoso Salvador. ¡Alabemos su santo nombre!
No es una puerta; es la puerta. En Cristo hay salvación plena para el hombre en su totalidad; una salvación que se recibe sólo por fe en él, porque él es el único y todopoderoso Salvador. ¡Alabemos su santo nombre!
Promesa.
“La oración mueve
el brazo de la Omnipotencia. El que manda a las estrellas en su
orden en el firmamento, cuya palabra domina a todo el mar, el mismo
Creador infinito, obrará en favor de sus hijos si le invocan con
fe”. (2JT. 153).
Maranata.
http://
lecciones-biblicas.blogspot.com
La
Biblia a través del tiempo
http://segunda
venida apocalíptica
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