Pero el que obra, no
le cuesta el salario como gracia, sino como deuda; más al que no
obra, sino cree en aquel que justifica al impío; su fe le es contada
por justicia. Romanos 4:4,5.
Unas de las
doctrinas más difíciles de aceptar es la que nos enseña que
nuestros pecados son borrados por medio de la confesión con un
sacerdote, y que son borrados sin mérito alguno de nuestra parte.
Nada que podamos
hacer en nuestra vida se puede comprar, remotamente, con lo que Dios
ha hecho para justificarnos.
La mayor parte de la
gente sincera desea rectificar lo errores o
enmendad accidentes
que podrían afectar a otras personas.
Si casualmente
tropiezas con alguien y esta cae al suelo, le pides perdón y le
ayudas a levantarse, o si tienes un problema con tu vecina, ves y
pídele perdón. Esto es de nobleza, pues te apuesto Dios en tu
corazón.
Pero cuando
escuchamos algo acerca del plan de la salvación, nuestra actitud
normal consiste en ver qué podemos hacer para ayudar a Dios en su
esfuerzo para salvarnos.
Pero nuestro texto
dice claramente que “al que obra, no se le cuenta el salario como
gracia, sino como deuda”.
Piensa por un momento como se sentiría Dios cuando observe a la gente tratando de hacer sus propias obras y sus propios sacrificios ganando méritos para ir al cielo.
Piensa por un momento como se sentiría Dios cuando observe a la gente tratando de hacer sus propias obras y sus propios sacrificios ganando méritos para ir al cielo.
Creo sinceramente
que el Señor considera insultante esa actitud.
Veamos esta
ilustración: Un amigo rico te regala sin ninguna condición casa
con todo confor y una gran cantidad de dinero, simplemente por que te
aprecia y eres su mejor amigo/a . ¿Como te sentirías? Es posible
que te quedarías de piedra.
Supongamos además
que eres muy pobre, y que todo tus ahorros llegan a la suma de cien
Euros. Pero tú no te designas a la idea de recibir ese regalo sin
darle algo de tu parte. Así que ni corto ni perezoso metes tus
cien euros en un sobre y, al encontrarte con tu amigo rico le dices:
“¡Tu regalo es maravilloso! No tenias por que hacerlo.
La verdad es que no
puedo aceptarlo sin ofrecerte algo cambio en agradecimiento. En este
sobre hay cien euros. Por favor, acéptalo como mi retribución por
tu regalo.
El amigo se queda de
piedra, y se pregunta: ¿Que clase de amigo tengo? ¿sera digno de mi
regalo? ¡Que ridículo! “¡Tú no eres digno de ese regalo!”
Esto es lo que hace la gente cuando buscan justificarse por sus
méritos.
Si meditásemos más
en lo que Dios ha hecho por nosotros, dejaríamos de pensar en lo que
podemos hacer para nuestra salvación, lo que por otra parte, a la
vista de Dios, no vale nada los cien euros.
Promesa.
Si encomendamos la
custodia de nuestras almas a Dios en el ejercicio de la fe viva, sus
promesas no nos defraudarán; porque lo único que la limita es
nuestra fe”.
Maranata.
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lecciones-biblicas.blogspot.com
La
Biblia a través del tiempo
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venida apocalíptica
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