viernes, 12 de septiembre de 2014

¿COMO NOS JUSTIFICAMOS DELANTE DE DIOS?


Y el respondió: Oi tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Gén. 3:10.

Cuando el espíritu de independencia se posesionó de los corazones de Adan y Eva, y aceptaron la declaración de Satanás; “Seréis como dioses” (Gén 3:5), al principio les pareció que estaban comenzando a vivir una experiencia cautivante y feliz.

Ahora ellos también podían decir: “¡Somos dioses!” ¡Nosotros mismos somos nuestra propia autoridad” Antes que el pecado existiera, nuestro primeros padres no sabían lo que era la vergüenza. Después de pecar, se dieron cuenta de sus desnudez.


El pecado los había despojado del manto de la luz que los cubría. El pecado produce desnudez, implica vergüenza. Después de pecar, Adan y Eva se confeccionaron vestiduras con hojas de higueras. El hecho de vestirse ellos mismos ponían en evidencia que querían justificarse a si mismos.
La palabra justicia, que significa ser bueno o correcto, da origen a la palabra justificación. Todo el mundo quiere ser justo y recto. Nadie desea ser injusto. Deseamos ser recto aunque tengamos que inventar excusas o argumentos para convencernos a nosotros mismos de que lo somos.


Lo primero que se le ocurre a un pecador es la idea de justificarse por sus propios medios, escusas y mas escusas.
Cuando alguien comete una mala ación, pero todavía tiene la conciencia sensible, puede recorrer uno de estos dos caminos: intentar cubrir su desnudez con excusas, o confesar su error y obtener el perdón de Dios por medio de los méritos de Cristo.

Desde el punto de vista Cristiano, este perdón equivale a que el
arrepentido sea cubierto con el manto de Justicia de Cristo. Naturalmente están fuera los que no acepta a Cristo como mediador.

Si el pecador no acepta o no sigue uno de estos dos caminos, con el correr del tiempo el pecado dejará de parecerle malo. (esto lo vemos con los fundamentalistas de Oriente). En mi nombre (Dios) mataran, creyendo que hacen un bien.

El hierro candente de la indiferencia le cauterizará la sensibilidad, pero la persona persiste en el pecado, es muy posible que se manifieste en ella más adelante agudos síntomas de enfermedades nerviosas o mentales.


Si aún no lo has hecho, ¿por qué no aceptas el ofrecimiento del Salvador, de justificarte por los méritos de su sangre vertida en la cruz.
Promesa.
En vez de pensar en vuestros desalientos, personales, pensad en el poder a que podéis aspirar en el nombre de Cristo” “ El Señor te dice hoy: No te desanimes, echa tus cargas sobre mí. No puedes cargar con tus propios pecados, yo los llevaré todos. . . Si confías en mi, no carecerás de nada bueno. ( 5T629;IHP 116)
Maranata.
http:// lecciones-biblicas.blogspot.com
La Biblia a través del tiempo
http://segunda venida apocalíptica

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