Y el respondió:
Oi tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me
escondí. Gén. 3:10.
Cuando el espíritu
de independencia se posesionó de los corazones de Adan y Eva, y
aceptaron la declaración de Satanás; “Seréis como dioses”
(Gén 3:5), al principio les pareció que estaban comenzando a vivir
una experiencia cautivante y feliz.
Ahora ellos también
podían decir: “¡Somos dioses!” ¡Nosotros mismos somos nuestra
propia autoridad” Antes que el pecado existiera, nuestro primeros
padres no sabían lo que era la vergüenza. Después de pecar, se
dieron cuenta de sus desnudez.
El pecado los había
despojado del manto de la luz que los cubría. El pecado produce
desnudez, implica vergüenza. Después de pecar, Adan y Eva se
confeccionaron vestiduras con hojas de higueras. El hecho de
vestirse ellos mismos ponían en evidencia que querían
justificarse a si mismos.
La palabra justicia,
que significa ser bueno o correcto, da origen a la palabra
justificación. Todo el mundo quiere ser justo y recto. Nadie desea
ser injusto. Deseamos ser recto aunque tengamos que inventar excusas
o argumentos para convencernos a nosotros mismos de que lo somos.
Lo primero que se le
ocurre a un pecador es la idea de justificarse por sus propios
medios, escusas y mas escusas.
Cuando alguien
comete una mala ación, pero todavía tiene la conciencia sensible,
puede recorrer uno de estos dos caminos: intentar cubrir su desnudez
con excusas, o confesar su error y obtener el perdón de Dios por
medio de los méritos de Cristo.
Desde el punto de
vista Cristiano, este perdón equivale a que el
arrepentido sea
cubierto con el manto de Justicia de Cristo. Naturalmente están
fuera los que no acepta a Cristo como mediador.
Si el pecador no
acepta o no sigue uno de estos dos caminos, con el correr del tiempo
el pecado dejará de parecerle malo. (esto lo vemos con los
fundamentalistas de Oriente). En mi nombre (Dios) mataran, creyendo
que hacen un bien.
El hierro candente
de la indiferencia le cauterizará la sensibilidad, pero la persona
persiste en el pecado, es muy posible que se manifieste en ella más
adelante agudos síntomas de enfermedades nerviosas o mentales.
Si aún no lo has
hecho, ¿por qué no aceptas el ofrecimiento del Salvador, de
justificarte por los méritos de su sangre vertida en la cruz.
Promesa.
“En vez de pensar
en vuestros desalientos, personales, pensad en el poder a que podéis
aspirar en el nombre de Cristo” “ El Señor te dice hoy: No te
desanimes, echa tus cargas sobre mí. No puedes cargar con tus
propios pecados, yo los llevaré todos. . . Si confías en mi, no
carecerás de nada bueno. ( 5T629;IHP 116)
Maranata.
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La Biblia a través
del tiempo
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venida apocalíptica
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