miércoles, 24 de septiembre de 2014

LAS PROMESAS Y LA NATURALEZA DIVINA.


Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandisimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. 2º Pedro. 1:4.

No existe un método fácil, ni sistema de tablero electrónico, por más que la ciencia avance, ni formulas científicas, ni atajos, para lograr la victoria sobre el pecado. ¿Por qué? Porque el hombre y sus pensamientos van hacia el mal. 

La ciencia moderna nos facilita nuestra vida física más agradable, pero cuando se trata de la vida santificada, los principios que es necesarios aplicar son los mismos que se debían haber aplicado hace dos mil años. No hay puesta al día, ni modernización, ni descubrimientos únicos, ni cataclismos, por más que sea del siglo XXI, que se pueda emplear para transformar a un hombre espiritualmente.

El método para alcanzar la salvación es el mismo que Dios empleo con Adan, Abraham, Rahab, Jeremías, Maria Magdalena, Juan, Marcos, Timoteo, Pedro y Pablo. La razón por la cual ponemos énfasis en este punto se debe a que muchos de nosotros estamos titubeando ciegamente en nuestra experiencia cristiana. Es decir: estamos entre el mundo y las 
cosas de este mundo, y las cosas celestiales.

No se puede servir a dos señores, oh eres cristiano con todas las consecuencias, o no lo eres, “ser o no ser” este es la cuestión. Cuando no se comprende las circunstancias de preparar y educar la mente para que se aferre o nos aferremos del poder de Dios cada día y en toda circunstancia, y más en las ocasiones en que la tentación parece irresistible. Estaremos entre dos aguas, eso significa la muerte eterna.

Pedro, en nuestro versículo de hoy, nos explica de que manera llega a nuestras vidas este poder creador. Cuando nos aferramos de las promesas de Dios, y mediante el ejercicio de la voluntad creemos en ella, llegamos a ser “participantes de la naturaleza divina” Pablo declara: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios. (2º Cor.7:1).

Mientra el pecado exista en el pueblo, con parejas de hecho, y nuestra juventud se deleite en las fiestas mundanas, y bajando las normas de la iglesia, no abra una verdadera conciencia de la transformación que quiere hacer Jesús en nuestro corazón.
Enfrentemos la tentación con una promesa de Dios, tal como la hizo Jesús. En hacerlo requiere perseverancia y energía. Aprendamos esta promesa y repitamosla cada mañana, al mediodía y por la noche. (Foto. Navegar entre dos aguan, es de locura).


 La victoria es nuestra. Su palabra es vida eterna. Las promesas son seguras. Su palabra es vida 
es vida eterna. Las promesas son seguras. 

 No se puede servir a dos señores, oh eres cristiano con todas las consecuencias, o no lo eres, “ser o no ser” este es la cuestión. Cuando no se comprende las circunstancias de preparar y educar la mente para que se aferre o nos aferremos del poder de Dios cada día y en toda circunstancia, y más en las ocasiones en que la tentación parece irresistible. 

 Estaremos entre dos aguas, eso significa la muerte eterna.
Pedro, en nuestro versículo de hoy, nos explica de que manera llega a nuestras vidas este poder creador. 

Cuando nos aferramos de las promesas de Dios, y mediante el ejercicio de la voluntad creemos en ella, llegamos a ser “participantes de la naturaleza divina” Pablo declara: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios. (2º Cor.7:1).

Mientra el pecado exista en el pueblo, con parejas de hecho, y nuestra juventud se deleite en las fiestas mundanas, y bajando las normas de la iglesia, no abra una verdadera conciencia de la transformación que quiere hacer Jesús en nuestro corazón.

Enfrentemos la tentación con una promesa de Dios, tal como la hizo Jesús. En hacerlo requiere perseverancia y energía. Aprendamos esta promesa y repitamosla cada mañana, al mediodía y por la noche. La victoria es nuestra. Su palabra
eterna.
De vemos comprender bien su significado, y no repetirlo como si fuera una letanía, o un ritual como hacen algunas religiones.
Las promesas son reales, firmes, y seguras. Dios no miente. Aferremosnos a sus promesas, como la vid al pan pano.

El Señor es fiel a ellas. No podemos conservar nuestra vida espiritual sin creer en sus promesas. “Deberíamos aprender ahora a conocer a Dios, poniendo, poniendo a prueba sus promesas”. (C.S. p. 680).
Luis José de Madariaga.
La Biblia a través del tiempo.
http:// segunda venida apocalíptica

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