Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia , y se entregó
a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a si
mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arrugas ni cosa
semejante, sino que fuese santa sin mancha. Efe. 5:325-27.
La vida no tendría
significado si lo único que pudiera experimentar el cristiano fuera
la justificación. Estoy empleando la palabra “experimentar” en
el contesto de la comprensión y la aceptación del don gratuito que
es el perdón de Dios.
Aunque la obra de
Cristo de justificarnos se lleva a cabo sin relación algunas con las
obras del hombre, no puede realizarse sin la participación de los
sentimientos y las actitudes de los hombre. Escuchar por fe a Jesús
cuando dice: “Tus pecados te son perdonados”, le brinda al alma
una maravillosa sensación de paz y tranquilidad.
Cuando sabemos que
sólo Jesús puede librarnos de nuestra carga de pecado, y que
efectivamente lo hace, nuestro corazón se llena de amor por él.
Por eso la doctrina de la justificación nunca podrá ser comprendida y aceptada sin que toque las partes más profundas del alma.
Por eso la doctrina de la justificación nunca podrá ser comprendida y aceptada sin que toque las partes más profundas del alma.
Devido a eso la justificación llega a ser la base de la santificación. Nuestro versículo de hoy comienza con la justificación y termina con la santificación. "Cristo ama a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella" Esto es justificación.
Pero el propósito de Cristo al darse a sí mismo en sacrificio por sus hijos consiste en santificarlos, y en última instancia en presentarlos a su Padre sin mancha ni arugas. Algo escierto: Las manchas y arrugas del mal en nuestra vidas nunca serán eliminadas ni alisadas a menos que nuestras almas estén fundadas en la fabulosa verdad de la justificación.
Esta pone en orden nuestras vidas pasada; la santificación la mantiene en orden. La justificación realiza su obra por nosotros mientras, que la santificación la lleva acabo dentro de nosotros. La justificación es un acto de gracia; y la santificación consiste en creer en la gracia.
La justificación paga nuestras deudas; la santificación nos mantiene libres de deudas. Final ment, la justificación es nuestro derecho de ir al cielo; en cambio, la santificación es nuestra preparación para ir al cielo.
[Usemos estas erramientas ahora para que dispongamos de poder para vencer el mal en nosotros].
Maranata.
Luis
José de Madariaga.
La
Biblia a través del tiempo.
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segunda venida apocalíptica
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