Y descendiendo Pedro
de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Mt. 14:29,30.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Mt. 14:29,30.
Esta es una historia
que se repite día tras día en el pueblo de Dios. La gente comienza
a servir a Cristo por sentimientos y de pronto pasa por la
experiencia del hundimiento y se salen de la iglesia.
Su fe no
estaba fundada por convencimiento sino solo por sentimientos. Vemos a
Pedro en un momento critico de su fe, creyó que su fe estaba bien
fundada, y para demostrar a su amigos que esto era un hecho
irrefutable pidió a Jesús un deseo el caminar por el agua.
Pedro
volvió la vista con jactancia hacia sus compañeros y dejo de mirar
a Cristo. No podemos mirar a los demás y al Señor al mismo tiempo.
No puedes mirar tus pruebas y a Jesús simultáneamente.
No puedes mirar al pecado y a Cristo a la vez. En el instante en que desvías la vista de él las olas se interponen directamente entre su persona y la suya. Cualquier cosa que, fuera de Cristo, llegue a ser para ti y para mi un fin en sí misma, nos acareará dificultades.
Y esas
cosa pueden ser aun las doctrinas de la Biblia y la organización
eclesiástica. El objetivo de la vida espiritual de algunos es la
reforma pro salud, el de otros es la fidelidad del sábado, o el
café, para otros es la profecía de los 2.300 días.
Pero por más
buena que sean esas maravillosas doctrinas, no deben ser un fin en sí
mismas. Esto también se aplica a la organización eclesiástica en
todo sus aspecto. Cristo debe llegar a ser todo para nosotros. La
experiencia de Pedro sumergido en las olas nos enseña dos lecciones.
1/ Una es la de la necesidad de una total falta de confianza en
nosotros mismos. 2/ la siguiente es la de la seguridad que hallamos
al mirar a Jesús.
Cuando hemos mirado
y vivido, toda nuestra vida queda saturada de él. Todo lo que
decimos y hacemos se centra en él.
Cada una de nuestras
doctrinas, esperanza y aspiración está impregnada de Cristo. Y lo
mismo sucede aun con nuestra vida física.
“A la muerte de Cristo
debemos aun esta vida terrenal. El agua que bebemos ha sido comprada
por su sangre derramada.
Nadie, santo o pecador, come su alimento diario sin ser nutrido por su cuerpo y la sangre de Cristo.
La cruz del Calvario está estampada en cada pan. Está reflejada en cada manantial” (D.T.G. p. 615).
Nadie, santo o pecador, come su alimento diario sin ser nutrido por su cuerpo y la sangre de Cristo.
La cruz del Calvario está estampada en cada pan. Está reflejada en cada manantial” (D.T.G. p. 615).
Si sientes que te estás hundiendo, mira a Cristo. No dejes que las olas de la mundanalidad, los problemas o la confusión se interpongan entre persona y la de él. Clama junto con Pedro: “¡Señor, sálvame!” y la alvación sera tuya y mía.
Maranata.
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venida apocalíptica. blogspot.Com
la
Biblia a través del tiempo.
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