He aquí mi siervo
será prosperado, será engrandecido y exaltado , y sera puesto muy
alto. Cómo se asombraron de ti muchos, de tal manera fue
desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de
los hijo de los hombres. Isa. 53:12,14.
La Escrituras no
estaban divididas en capítulos cuando se escribieron originalmente.
Nuestro texto de hoy debiera haber sido la introducción al capitulo
53 de Isaías, que contiene la gran revelación profética de la
humillación y la exaltación de Cristo.
“Todo este capítulo
debiera ser aprendido de memoria. Su influencia subyugará y
humillará el alma contaminada por el pecado y enorgullecida por la
exaltación propia.” (SDA. B.C. t. 4. p. 1147).
Muchos judíos del
Antiguo Testamento entendían que todo este pasaje, incluso el
capitulo 53 de Isaias se aplicaba al Mesías. Los judíos del siglo
XXI y algunos teólogos cristianos niegan su aplicación a Cristo.
¡Qué tragedia! Yo doy testimonio de esta afirmación, ya que e
convivido con judíos en Venezuela.
El Señor sabía a que
profundidades de incredulidad caería el hombre, y por esa razón
zanjo el asunto al enviar a Felipe, en los tiempos del Nuevo
Testamento, junto al eunuco etíope, que estaba leyendo el capitulo
53 de Isaias sin entenderlo. En Hechos 8:34,35 se nos dice que el
etíope pregunto si el profeta estaba hablando de “si mismo, o de
algún otro”.
En respuesta , Felipe comenzó desde esa escritura, y
le anunció el Evangelio de Jesús” (Hech. 8:35).
Las palabras
iniciales se refieren al triunfo de Jesús. Triunfó a pesar de un
terrible humillación. Su éxito no tiene paralelo en la historia.
El hecho de que pareciera “desfigurado” se refiere no sólo a su
crucifixión sino a su tentación en el desierto.
Su lucha contra el
mal tanto al vivir como al morir afectaron su aspecto al punto de que
hasta sus amigos tenía dificultad en reconocerlo. Pensemos en un
rostro desfigurado “mas que” los “de los hijos de los hombres”.
El sufrimiento de una persona cambia su aspecto físico de tal modo
que lo vemos hoy día más envejecido.
Pensemos en que ese rostro es
el de Dios el Hijo, que se humillo más allá de toda descripción.
Para los ángeles esa humillación comenzó en Belén, cuando Dios
nació como un niño cualquiera. Aun entonces, en comparación con su
antigua gloria.
El rostro infantil de Jesús fue desfigurado más
que el de cualquier hombre. Creo humildemente que deberíamos pensar
más en lo que Dios hizo por la raza caída, estaríamos más unidos
que ahora. Querido lector. Arrodillémonos ahora reverentemente
delante de nuestro Dios. ¡Padre perdóname!
Maranata.
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La
Biblia a través del tiempo
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venida apocalíptica
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