Y a la hora novena
Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Mac. 15:34, Mt.
27:46.
Dios mío. Heb.
'Eli. Traducido como Dios. El posesivo “mío” parece añadir un
toque de amorosa fe a la aparente desesperación, la fe lucha con el
amor. ¿por qué?
Es el clamor de un hijo desesperado que no puede
comprender por qué su Padre lo ha abandonado. Pero detrás de esa
nube del peso del pecado estaba él Padre. Jesús exclama estas
palabras antes de morir. Era un clamor desgarrador que revelaba la
tremenda agonía.
Imaginemos la sangre por su rostro mezclado con las
lagrimas, y el inmenso dolor que le producía la corona de espinas y
el peso del pecado. Estaba experimentando la segunda muerte: La
separación de su Padre.
Es imposible para el ser humano comprender
lo que Jesús soportó. No hay palabras, ni ejemplos humanos, que
pueda llegar a comprender tal amor. Ni la perdida de un hijo, ni la
separación de una esposa que ya no te ama. En ese caso la vida
pierde sentido para él.
Pero cuando el amor es transferido a
alguien y lo comparte entonces vuelve a tener sentido. Esta es una de
las razones por las cuales el cristianismo es tan poderoso y
maravilloso. Servimos a un Dios que nos ama, y sabemos que él nos
ama, no importa qué ocurra, eso es amor supremo.
Cuando el Salvador
se hallaba en la cruz, la verdadera lucha mortal se produjo cuando lo
asalto cierto pensamiento. Cristo sabía que llevaba la carga de
nuestros pecados. Los tomó y los llevó por nosotros. En segundo
lugar, sabía también que al hacerlo, eso lo separaría de su Padre.
Al llegar a ese punto ya no pudo ver nada más allá de la tumba. Se
quedo solo con su fe, privado de la sensación de la presencia de su
Padre. Por su puesto, el Padre estaba junto a la cruz, pero Jesús no
lo sabía; no lo podía ver ni sentir. Entonces brotó de su pecho la
exclamación que aparece en nuestro texto.
Cristo no tenía derecho a
creer que su Padre lo amaba, puesto que había asumido nuestra
condición pecaminosa. Por otra parte, sabía que todo se perdería
sino conservaba su fe en el amor del Padre.
Cuando perdemos a
nuestro ser más querido, es el momento de demostrar que nuestra fe
esta fundada en Cristo y en nuestro Padre celestial. En aquel día
glorioso, que se esta cercando, veremos nuestra fe recompensada
viendo a Cristo y a nuestros seres queridos. Es por eso que nadie
puede apreciar la agonía que Cristo experimento en ese momento.
Lo
más cerca que el cristiano podrá experimentar en el tiempo de
angustia de Jacob. Nos veremos a
ejercer nuestra fe aunque no tengamos evidencias de la duración de
la prueba.
Sólo la fe en el amor de Dios nos ayudará a pasar por
esos trances tan amargos. ¡Cuánta necesidad tenemos entonces de
estudiar, de orar, de hablar con Dios cara a cara, y dedicar tiempo a
la meditación y al cultivo de una experiencia de íntima comunión
con nuestro Dios. Este consejo es para mi, ¡Y tú ! Que vas hacer.
Maranata
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http://judaislacris.blogspot.com
La
Biblia a través del tiempo
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venida apocalíptica
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