jueves, 26 de marzo de 2020

LA FE DE UN PUEBLO.

Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron. Exo. 4:31.
Esta fue otra evidencia del favor divino. El pueblo creyó. Son momentos solemnes. Resalta en marcado contraste con la actitud de diferencia usual en los israelitas, que con tanta frecuencia “no habían creído a Dios, no habían confiado en su liberación” (Sal. 78:22). 

Su anhelo de liberación y esa manifestación de poder milagroso lograron una respuesta favorable de los ancianos. Dios les había dado evidencias convincentes de su liberación. 

La fe del pueblo y la forma del culto en que se expresó demostraron que la promesa de Dios hecha a los padres todavía vivía en sus corazones. 

Aunque su fe no soportó la prueba del desierto. Pero a pesar de todo, el pueblo “se inclino y adoraron al Dios de Israel”. 
El hombre obtiene poder y eficacia cuando acepta las responsabilidades que Dios deposita en él, y procura con toda su alma la manera de capacitarse para cumplirlas bien. 

Por humilde que sea su posición o por limitada que sea su habilidad, el tal logrará verdadera grandeza si, confiando en la fortaleza divina, procura realizar su obra con fidelidad. 

Pero la fe del pueblo tenía que pasar por la prueba más amarga. Durante 40 años sufrió los castigos más severos, las humillaciones más duras, pero su fe en el Dios de Israel permaneció durante esos 40 años. 

Así ocurrirá con el Israel Espiritual. Se avecina un tiempo de Jacob, un tiempo de angustia antes de la segunda venida de Cristo. 

La fe del pueblo será probada, como lo fue Jacob. En aquel tiempo , los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no había seguridad para el transgresor de la ley de Dios. 

Las plagas era una señal divina. Cuando Israel estaba bajo la opresión del faraón, Dios se revelo como un Dios por encima de toda autoridad humana. 

Las señales sobre Egipto en favor de su pueblo, muestra su poder sobre la naturaleza. Israel era esclavos y habrían sufrido. Pero a pesar de todo, no dejaron de adorar al verdadero Dios No querían ser idólatra. 

Pero muchos se conformaban con permanecer 
en la servidumbre, antes que enfrentarse a las dificultades que acompañaría el traslado a una tierra extraña. 

¿No pasa hoy esto en el pueblo de Dios? Estamos cómodos en nuestras casas, disfrutamos de “libertad” y no percibimos las cosas celestiales. 

¿Será que, como Israel, necesitamos creer antes de poder adorar? Cuando el pueblo tenga una visión de la gracia de Dios y el amor de Cristo, no podrá sino que adorar. 
La experiencia cristiana es el fundamento sobre el que descansa la adoración.
MARANATA.
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