viernes, 27 de marzo de 2020

EL HOMBRE CIEGO.

Y el dijo: Creo, Señor; y le adoro. Juan 9:38.
Este ciego de nacimiento, fue unas de las evidencias de la la divinidad de Cristo. Los sacerdotes no quisieron creer, los padres testificaron que era su hijo y que había nacido ciego. 

El ciego testifico la incredulidad de los rabinos y sacerdotes. A través de este hombre Dios se manifestó. Estas palabras pronunciadas por este hombre que había sido sanado, es la base de nuestro fundamento como cristianos. 

La fe es el vinculo que une al hombre con Dios. Este hombre que durante 38 años había sufrido una ceguera, y ahora se ve como un niño recién nacido. 

El estaba dispuesto a creer en el Mesías, y acertarlo como su Dios. Lo reconoció y le adoro. Esto sucedió en el primer siglo de nuestra era. 

En pleno siglo XXI hay muchos ciegos, unos de nacimiento, otros por enfermedad, y una gran mayoría están o estamos ciegos espiritualmente. 

No queremos ver los milagros que Dios hace cada momento de nuestra vidas. 

El levantarse de mañana ya es un milagro. Hace un mes el padre de un buen amigo mio, paso el día agradable con sus amigos, se acostó y ya no se levanto. 

Podemos pasarnos toda la vida siendo ciegos, y llega un momento en la vida que conoces a Dios a través de su palabra. Los ojos del conocimiento se abren ante ti, comprendes las grandes profecías que determina el fin del hombre. 

Es entonces cuando Jesús nos pregunta. “¿Crees tú?” ¿Cual será tu respuesta? La respuesta del hombre fue una simple expresión de lo que hoy necesitamos tan desesperadamente: “Creo Señor”. 

Es cuando toma sentido la palabra, expresamos reverencia, reconocimiento de la divinidad de Cristo y de su salvación. Pero en el mundo en que vivimos, decir que “no se” es lo mas fácil que decir “si creo”. 

Un ejemplo lo tenemos en el discípulo Tomás. Tuvo que llegar hasta el extremo de su creencia antes de ver a Cristo y de meter los dedos en el costado del Señor y decir “Creo”.

La mayoría de las personas alcanza después de una lucha interior; su creencia se va fortaleciendo en esa oración con su Señor. Pero muchos se quedan en el camino por no decir “creo en ti Señor”. 

Creo firmemente que a la luz de la eternidad no hace diferencia cuándo tengas que sufrir o luchar por tus creencias. 

Si un cristiano es sincero en la búsqueda de la verdad, Dios hará que puedas o podamos creer en su divinidad. 

Y así cada hombre y mujer pueden creer en sus promesas. Estamos en el borde del acantilado, podemos coger la cuerda y saltar al otro lado donde esta Cristo o caernos en el precipicio.
MARANATA.
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