jueves, 22 de noviembre de 2018

SOMOS SELLADOS Y UNGIDOS.

Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones. 2º Cor. 1:21-22.
Cuando compramos un carro (coche) nos indica que tenemos una garantía, si compramos un microondas se nos dice que tiene una garantía por vida. Pero cuando vamos a la casa para arreglar la avería se nos dice que la garantía a caducado. 

Pablo cuando se dirige a los Corintios, en esa ciudad había comerciantes, exportadores y banqueros dentro de la iglesia. Todos querían tener una garantía. 

Pablo les informa a los cristianos que ellos tenían la mejor garantía que alguna persona podía tener: el haber recibido el Espíritu Santo. 

El es las “arras” (R.V.); el “adelanto” (La Biblia al día); la “garantía” (Dios llega al hombre), Dios da todo lo que tienen a su pueblo. Nos ha dado una garantía eterna con plena seguridad, ya que Cristo lo firmo con su sangre. 
Nos da la máxima seguridad de concedernos el Espíritu Santo sin medida, como torrente que cae de un manantial. 

En cierto sentido somos consagrados a Dios desde el momento en que nos entregamos a él en las aguas del bautismo.Y a partir de ese momento se nos concede el Espíritu Santo. 

Pablo se refiere a su consagración y a su ministerio, pero el contexto de (2º Cor. 1:21-22) indica que es el ungimiento general de todos los creyentes. La unción del Espíritu Santo capacitaba y daba poder a los que, como Pablo habían sido ungidos para el cumplimiento de su obra. 

Y hay estamos todos los que hacemos la obra de Dios. Ya que por el sacrificio de Cristo, los cristianos están vinculados con Dios para acelerar la venida de Cristo. En el momento de la conversión, los cristianos han nacido de nuevo no sólo han sidos confirmados en Jesús sino que el Espíritu Santo empieza su labor de transformación. 

El “sello” que Dios coloca sobre los hombres y mujeres son reconocidos como hijos y hijas del Altísimo, y son confirmados en Cristo y dedicado a su servicio. El sello llevaba el nombre de la persona y de su negocio. 
De la misma manera Dios colocara sobre sus hijos el sello que lleva su nombre y su Ley. 

Pablo nos habla de las “arras” esto lo usaban los cananeos, fenicios egipcios y los de Asia Menor. 

El dinero de las “arras” ilustra al creyente el don del Espíritu Santo como un primer pago, una garantía de la herencia plena cuando estemos en la Tierra Nueva.

El cristiano tiene el privilegio de experimentar la completa convicción de haber sido aceptado por Dios como hijo adoptivo cuando se convirtió, y de retener la adopción a través de la vida (1º Juan 3:1). 
MARANATA.
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