sábado, 2 de julio de 2016

LA DEUDA QUE TENEMOS.


¿Cuanto debes a mi amo? Luc. 16: 5 úp.
El texto nos da la impresión que el mayordomo, por causa de su incompetencia o tal vez por descuido, no tenia registrados las transacciones comerciales. 

De ser así,  fácilmente podría tratarse fraudulentamente con lo que había comprado los bienes de su señor, para defraudarlo y beneficiar a sí mismo y a los compradores. Si leemos bien el cap, veremos que es Cristo que plantea el problema de la fidelidad. 

La ilustración iba dirigida a sus discípulos y a los fariseos que se encontraban presentes. Por lo tanto la deuda que tiene el hombre con Dios es demasiado grande para pagarle. “¿Ignoráis. . . que no sois vosotros? 

Porque habéis sido comprados por precio” (1º Cor. 6:19,20). ¡Qué precio ha sido pagado por nosotros! Contemplar la cruz y la Victima levantada sobre ella. Mirad aquellas manos taladas por los crueles clavos. 

Mirad sus pies asegurados por largos clavos al madero. Cristo cargó nuestros pecados en su propio cuerpo. Este sufrimiento, esa agonía es el precio de vuestra redención. . . El maravilloso amor de Dios manifestado en Cristo, es la esencia y el canto de todo el universo celestial. ¿No debería provocar nuestra gratitud y alabanza? . . . 
Cuando la bendita luz del sol de Justicia brille dentro de nuestro corazones y descansemos en paz y con gozo en el Señor, entonces alabemos al Señor. . . Alabémosle no de palabra solamente sino por la consagración a él de todo lo que somos y de todo lo que tenemos.

¿Cuánto debes por mi amor? Ni tú ni yo podemos calcular el precio de ese amor. ¿Hay alguna parte de tu ser que Cristo no ha redimido? ¿Algo de tus pasiones que ya no sea suyo? Cuando lo reclamas, ¿egoístamente lo retienes como tuyo? 

¿Lo ocultas y lo usas con otro propósito que el de la salvación de las almas? Por ese proceder millares de almas se pierden. . . Elevando la vista al cielo con súplica, presentaos a vosotros mismos A Dios como sus siervos, y todo lo que tenéis o tenemos, como suyo, diciendo: Señor, de lo tuyo te damos. 

Considerando la cruz del Calvario, y al Hijo de Dios infinito crucificado por nosotros, comprendiendo tan incomparable amor, tan maravilloso despliegue de gracia, sea vuestra pregunta: Señor, qué quieres que yo haga por ti? Ratifiquemos como el mayordomo in fiel, seamos fieles y inteligentes. 

¿Qué quieres que yo haga Señor? El os dirá: “Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). 

Cuando véais almas en el reino de Dios salvadas gracias a vuestras dádivas y vuestro servicio, os regocijaréis de haber tenido el privilegio de realizar esta obra. (M. 1898).
Maranata
Luis José de Madariaga.
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