domingo, 24 de julio de 2016

¿JUZGAMOS NUESTRO EGOÍSMO?


Como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. 1º Cor. 10:33.
Hay en los corazones de muchos un elemento de egoísmo que se adhiere a ellos como la lapa a la roca. Han cultivado por tanto tiempo su propio deseos, su propia complacencia y comodidades, que no sienten que hay otros que los necesitan. 
Sus pensamientos, planes y esfuerzos son para sí mismos. Viven para el yo y no cultivan la benevolencia desinteresada, la cual, si se ejercita, se acrecentaría y se fortalecería, hasta que sería su deleite vivir para hacer el bien de otros. 
 
Su egoísmo debe ser discernido y sojuzgado, ya que es un pecado atroz a la vista de Dios. 
Necesitamos ejercer un mayor y especial interés por la humanidad  (y más en estos tiempos tan turbulentos). 

Si lo hacemos, colocarán nuestras almas en una más estrecha conexión con Cristo y seremos imbuidos con su espíritu. . . El Señor nos ha elegido como canales a través de los cuales podamos comunicar sus bendiciones (M. 1902). 

Viene el tiempo cuando temblará la tierra y será removida como una choza (Isa. 24:20). La discreción que presenta Isaias, tiene que ver con el gran terremoto que ocurrirá cuando Cristo vuelva, el cual sin duda será el cataclismo más terrible que se haya conocido en la historia (Apoc. 16: 18-20). 

Pero los pensamientos, los propósitos y los actos de los obreros de Dios, aunque ahora sean invisibles aparecerán en el gran día final de la tribulación y de la recompensa. 

Cosas ahora olvidadas entonces aparecerán como testigos, ya sea para aprobación o para condenación. 
El amor, la cortesía, la abnegación, jamás se perderán. Cuando alguno es elegido por Dios es cambiado de la mortalidad a la inmortalidad. Sus palabras y sus actos de bondad se manifestarán y serán preservados por las edades sin fin. 

Ningún acto de servicio abnegado, por pequeño o simple que sea, se pierde jamás. 
Por medio de los méritos de la justicia de Cristo, la fragancia de tales palabras y acciones es preservadas para siempre (RH. p.1904.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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