sábado, 16 de julio de 2016

CADA UNO EN SU PUESTO.


Sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres. Efe. 6:7
Esto puede equivaler a un servicio de calidad más elevado que el efectuado “con sencillez de . . . corazón”. La convicción de estar bajo la dirección de Dios y el saber que el Señor acepta nuestros esfuerzos, se cuenta entre los incentivos más poderoso para vivir una vida de felicidad. 

El Señor está familiarizado con nosotros individualmente. A cada ser nacido le es señalada su obra, con el propósito de que prepare en un mundo mejor. . . Cada uno tiene su circulo de acción, y si el agente humano hace de Dios su consejero, entonces no estará trabajando con fines opuestos a los de Dios. 

El destina a cada uno un lugar de trabajo, y si individualmente nos sometemos para ser preparados por el Señor, no importa cuán confusa e intricada pueda parecer la vida a nuestros ojos, Dios tiene un propósito en todo ello, y la maquinaria humana, obediente bajo la mano de la sabiduría divina, cumplirá los propósitos de Dios. 

Así como en un bien disciplinado ejercito cada soldado tiene su punto señalado y se requiere que cumpla su parte en la contribución de esa fortaleza y perfección de todo, de la misma manera el obrero de Dios debe realizar su parte señalada en la gran obra de Dios. 

La vida tal como es ahora no es como Dios se propuso que fuera, y esa es la razón de que haya tanta confusión; hay muchas envidias, celos, deseos de tener el puesto más elevado, hay desiertos y fricciones. 

Hombres y mujeres que abandona el lugar que Dios le ha señalado por complacer sus inclinaciones y realizar sus proyectos, sufrirán las mas terribles decepciones por haber escogido su camino y no el del divino Maestro. 


Nuestro Padre celestial es nuestro dirigente y debemos someternos a su disciplina. Somos miembros de su familia. 

Tiene derecho a nuestro servicio, y si uno de los miembros de su familia persistiera en seguir su propio camino, y se empeñara en hacer sólo lo que le placiera, entonces ese espíritu produciría un estado de cosas confuso y desordenado. 

No debemos hacer planes para seguir nuestra propia senda, sino la senda y la voluntad de Dios. Habla ha Dios, y derrama tu corazón y le dirás: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. (C. 1894)
Maranata
Luis José de Madariaga.
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