jueves, 30 de junio de 2016

TODO LO QUE POSEEMOS ES DE DIOS.


Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te damos. 1º Crón.29:14.
Cuando el hombre reconoce que todo lo que tiene o posee es de Dios le esta dando gloria a su creador. 
David reconoció su propia indignidad y la absoluta incapacidad de él o de su pueblo para dar algo a Dios, a menos que Dios mismo les hubiera puesto en el corazón el espíritu de dadivosidad, y en las manos los recursos necesarios para dar. 
Los que viven en la tierra deberían unirse con las huestes celestiales en atribuir toda la honra y gloria al Creador. Ningún hombre tiene el menor motivo para ufanarse o exaltarse a sí mismo, aunque haga lo mejor que puede. 
Constantemente Dios está obrando para subsanar las deficiencias humanas. Aun el arrepentimiento es originado por medio de la aplicación de la gracia. El corazón natural siente que no necesita el arrepentimiento. 
Las lágrimas que brotan de los ojos del hombre a causa de la tristeza por su pecaminosidad y debida a la simpatía hacia otros pecadores, comienza espontáneas. Ellas son como rocío de los ojos que pertenece a Dios. . . 
Las buenas resoluciones que hacemos no son sino la expresión de deseos que son de Dios.La vida reformada no es sino el mejor empleo de una vida que ha sido rescatada por el sacrificio de su Hijo Jesús. Ningún crédito deberíamos atribuir para nosotros mismos por ninguna cosa que podamos hacer. . . 
También la fe es un don de Dios. La fe es el asentamiento de la comprensión del hombre ante la palabra de Dios, que ata al corazón al servicio de Dios. ¿Y de quién es la comprensión humana sino de Dios? 
¿De quién el corazón sino de Dios? Tener fe es rendir a Dios la inteligencia, la energía, que hemos recibido de él. 
Por lo tanto los que ejercitan la fe no merecen para sí mismos ningún crédito. . . 
Las aptitudes celestiales concedidas no debieran emplearse con fines egoístas. 
Cada energía, cada don es un talento que debiera contribuir a la gloria de Dios al ser usado en su servicio. . . 
No busquemos la exaltación propia “Yo he hecho esto o aquello” no enaltezcas tus habilidades, no hagas gala de tus conocimientos y no cultives la presunción (HR.1904). estamos preparados para encontrar al Señor.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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