sábado, 28 de noviembre de 2015

¿ESTAMOS VOLANDO A CIEGAS?


Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón, y fue ayudado, por lo que se gozo mi corazón, y con mi canción le alabare. Salm. 28:7.
En la vida del cristiano se envuelve dentro de un globo de experiencias. 

Quisiera contar experiencia de otros cristianos en mis matutinas. Para el años que viene espero tener un correo especialmente para este tema, no hace falta vuestro nombre, solo la historia y el país.
La historia nos vienen de Corea. Es la conversación de dos pilotos. “Muy bien, Ed, yo te guiaré. 

Gira a la derecha”. Esas palabras fueron el eje de un drama de vida o muerte en el cielo coreano del norte en la guerra contra el Sur. Dos pilotos norteamericanos, Ed Jackson y Dayl Crow, Estaban volando en una misión sobre Corea del norte. 

Volando a baja altura para bombardear un objetivo en un rio, Jackson de pronto advirtió tres pesados cables de acero echados a través del río y que al chocar con los cables le sacaron la cubierta de la cabina. 
El impacto fue tal que Jackson el piloto quedo ciego, pero se mantuvo en vuelo el avión. 



Durante la media hora siguiente la muerte viajo con él en la cabina. Al oír su pedido de ayuda, Dayl Crow llevó su avión a la par del avión de Jackson. 



A través de la radio le fue diciendo a Jackson como regresar al portaaviones. Lo guió fuera del peligro y fuera del fuego enemigo. 

Ese piloto fue la fortaleza para el, estaba muy mal herido no veía, se necesitaba mutuamente, Crow y Jackso, para alcanzar su objetivo. El piloto ciego tuvo que confiar completamente en su amigo, y gracias a Dios ambos se salvaron. 

Habiendo aprendido a volar con los ojos vendados, y habiendo aprendido la importancia de la obediencia ciega, pudo seguir las instrucciones de su compañero Crow, y aterrizo con éxito en la cubierta del portaaviones. Su corazón se gozó y estuvo lleno de alabanza por el piloto que le salvó su vida. 

La palabras de David en este texto son nuestra seguridad. El hombre no puede tener fortaleza mayor que la que Dios le da. En todo momento, mediante su Espíritu, él es nuestro escudo contra el peligro. Cuando confiamos en él, nos ayuda. Si seguimos sus instrucciones nos guiará a la Nueva Jerusalén. 



¿Sabéis por que? Porque su Hijo es nuestro Salvador y nos regocijaremos y cantaremos sus alabanzas a toda la humanidad. Aprendamos ahora a oír su voz para que cuando venga a llevarnos al hogar estemos listos. David dijo: 

Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador. . . Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos”. (Sal. 18:2,3.).
Luis José de Madariaga.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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