jueves, 9 de octubre de 2014

DIOS NO JUZGA COMO EL HOMBRE.


Y Jehová respondió a Samuel: No mires su parecer, ni lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. 1º Samuel. 16:7.

Estas palabras tan conocidas pertenece al relato de la elección del nuevo rey de Israel. El Señor ordenó al profeta Samuel que viajara a Belén y que fuera a la casa de un tal Isaí que tenia ocho hijos.

A pesar de la conducta del rey Saul había obligado a Dios a rechazarlo, todavía reinaba. Por lo tanto Samuel realizó su misión en secreto, por temor al rey Saul.

Tan pronto como Isaí comprendió el motivo de la visita de Samuel, le presentó, de acuerdo con la costumbre oriental, a su primogénito, Eliab, Además de ser el mayor, era el más hermoso, más alto y más fuerte de sus hijos.

Su aspecto era semejante al del rey Saúl. Samuel quedo impresionado por la apariencia de Eliab, y afirmó: “De cierto delante de Jehová está su ungido”. (vers.6).
Pero Dios no juzga como el hombre. Este principio inmortal, presentado on tanta elocuencia en nuestro versículo de hoy, debería ser uno de los fundamentos del pensamientos cristianos.
Los individuos son diferentes, pero por lo general sea diferencia es mas grande en el interior del ser que en el exterior.
¿Por qué rechazó Dios a Eliab, a Abinadab, a sama y a los demás hijos de Isaí, con excepción de uno? Este jamás imaginó que el niño rubio que pastoreaba las ovejas en el campo era el elegido de Dios. El profeta le preguntó a Isaí si tenia más hijos.
Respondió: “Queda aún el menor, que apacienta las ovejas” (vers 11).

El padre no tenia intención de llamar al menor, hasta que Samuel le dijo: “Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí”. Por poco que entendamos la mente oriental, esto era una ofensa para la familia, el menor no tenia importancia, era el que hacia el trabajo más duro.

David no era feo. Las Escrituras dicen que era bien parecido y que tenía hermosos ojos. Pero como no era más que un pastor, no impresionaba a nadie. La diferencia entre David y sus hermanos estaba en lo más profundo del corazón, en la fuente de los motivos de la mente humana.

Es imposible ver esa fuente. Casi siempre el corazón nos engaña, pero Dios conoce nuestras intenciones, porque conoce nuestro corazón. 

Podemos tener apariencia de piedad, pero dentro de nuestro corazón se esconde el ser mas egoísta, celoso, ambicioso, y lleno de vanidad.

Dios te dice: Entrégame hoy tu corazón, y Yo are mi morada. Si se lo entregamos, no tenemos nada que temer.
Promesa.
Presentad a Dios vuestras necesidades, tristezas, gozos, cuidados y temores. No podéis agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza, no es indiferente a
las necesidades de sus hijos. (CC. 100).
Maranata.
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La Biblia a través del tiempo

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