jueves, 10 de febrero de 2011

SOLO PARA PECADORES.

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tito. 2:11.

Al desobedecer los mandamientos de Dios, el hombre cayó bajo la condenación de su ley. Para hacer
frente a esta caída debió manifestarse la gracia de Dios en favor de los pecadores. Nunca hubiéramos aprendido el significado de esta palabra "gracia" si no hubiéramos caído. (foto, la gracia de Dios nos hunda con su amor).

Dios ama a los inmaculados ángeles, que están a su servicio y son obedientes a todos sus mandamientos; pero no les otorga su gracia. Esos seres celestiales no tienen el más mínimo conocimiento de la gracia; nunca la han necesitado, porque nunca han pecado. La gracia es un atributo de Dios manifestado en favor de seres humanos indignos.

No la buscamos; fue enviada para que nos buscara. Dios se goza en conocer su gracia a todo aquel que la anhela intensamente. Se allega a todos en términos de misericordia, no porque seamos dignos, sino porque somos totalmente indignos. Nuestra necesidad es el requisito que nos asegura que recibiremos este don.

Pero Dios no usa su gracia para anular su ley o para reemplazarla. . . La gracia de Dios y la ley de su reino están en perfecta armonía; caminan de la mano. Su gracia nos capacita para acercarnos a él por fe. Al recibirla y al permitir que obre en nuestras vidas, damos testimonio de la vigencia de la ley; ensalzamos la
ley y la honramos al practicar sus principios por medio del poder de la gracia de Cristo; y al rendir una obediencia pura y de todo corazón la ley de Dios, damos testimonio del poder de la redención ante el universo del cielo y frente a un mundo apóstata. . .

Dios no nos ama porque le hayamos amado primero; sino que "sien
do aún pecadores" (Rom. 5:8) Cristo murió por nosotros, estableciendo plena y abundante provisión para nuestra redención. Aunque hayamos merecido el desagrado y la condenación de Dios por nuestra desobediencia, él no nos ha olvidado; no nos ha abandonado para que enfrentemos el poder del enemigo basándonos en nuestra propia y limitadas fuerzas. Los ángeles del cielo libran nuestra batalla; y al cooperar con ellos nos es posible triunfar sobre los poderes del mal. -RH 15-9-1896- (Foto de Cristo intercediendo por el hombre).

G.W.

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