miércoles, 23 de febrero de 2011

EL TIERNO CUIDADO DEL PASTOR.

Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justo que no necesita de arrepentimiento Lucas. 15:7.

La bella parábola que presentó Cristo de las ovejas perdida, del pastor que dejó las 99 y fue a buscar la perdida, ilustra el cuidado del gran Pastor. El no miró descuidadamente el rebaño del redil, y dijo: "Tengo noventa y nueve, y me será demasiada molestia ir en búsqueda de la
extraviada; que vuelva y le abriré la puerta del redil y la haré entrar; pero no puedo ir tras ella". No. . . cuenta y recuenta el rebaño y no duerme cuando está seguro de que una oveja está perdida.

Deja las noventa y nueve dentro del redil; no importa cuán oscura y tempestuosa sea la noche, cuán peligrosa y desagradable el camino, cuán larga y tediosa la búsqueda, no se cansa, no vacila, hasta que encuentra a la perdida.

Pero cuando la encuentra, ¿actúa con indiferencia? ¿Llama a las ovejas y ordena a la extraviada que lo siga? ¿La amenaza y castiga, o la arrea delante de él, hablando de la amargura, incomodidad y ansiedad que ha pasado por su causa?

No. Coloca sobre sus hombros la oveja cansada, exhausta y extraviada y vuelve al
redil. Su gratitud se expresa en melodiosos cantos de regocijo, y los coros celestiales responden a la nota de gozo del pastor. Cuando se encuentra la perdida, el cielo y la tierra se unen en regocijo y agradecimiento, pues "habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento".

Jesús dijo: "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen" (Juan. 10:14). Así como un pastor terrenal conoce sus ovejas, Así el pastor principal (Cristo) conoce su rebaño que está esparcido por todo el mundo. . . "Y vosotros, ovejas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice Jehová el Señor". (Eze. 34:31).


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