jueves, 8 de agosto de 2024

¿A QUIEN DEBEMOS SERVIR?

Amados yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma. 1 de Pedro 2:11.

Muchos consideran que este versículo es sólo una amonestación contra la conducta licenciosa; pero tiene un sentido más amplio. 

Prohíbe toda complacencia perjudicial del apetito y de las pasiones. 

Todo apetito pervertido se transforma en una concupiscencia agresiva. 

Recibimos el apetito con una buen propósito, no para que se convirtiera en ministro de muerte al pervertirse, y degenerar de ese modo en "deseos carnales que batallan contra el alma".

La amonestación de Pedro es un advertencia bien directa y enérgica contra el empleo estimulantes y narcóticos. 

Estas complacencias se pueden clasificar muy bien entre las con concupiscencias que ejercen una influencia perniciosa sobre el carácter moral. 

Los que profesan piedad no considera con indiferencia la salud del cuerpo, ni se engañan con la idea de que la intemperancia no es pecado y que no ha de afectar a su espiritualidad. 

Existe una íntima relación entre la naturaleza física y la moral. La norma de la virtud se eleva o se desagrada según sean los hábitos físicos. 

El consumo excesivo de los mejores alimentos producirá morbosidad en los sentimientos morales. Y si los alimentos no son de los más saludables, los efectos serán más perjudiciales todavía. 

Todos los hábitos, que no promueva el funcionamiento saludable del organismo humano, degrada las facultades más elevadas y nobles. 

Los hábitos equivocados referente a la bebida, (El tabaco, drogas sea estas blandas o duras, las bebidas, y etc. 

Y la comida que incluye todo lo que hay en el mar, como mariscos y percebes etc. inducen a error en el pensamiento y la acción. 

La complacencia del apetito fortalezca las inclinaciones animales, dándoles la supremacía sobre las facultades mentales y espirituales. 

La fuerza de la tentación a complacer el apetito puede ser comprendida sólo cuando se recuerda la inexpresable angustia de nuestro redentor durante su largo ayuno en el desierto.

El sabía que la complacencia del apetito pervertido amortecería tanto las percepciones del hombre, que éste no podría discernir las cosas sagradas. 

Adán cayo por la satisfacción del apetito; Cristo venció por la negación del apetito. Nosotros debemos elegir a quien servir.

MARANATA.

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