jueves, 15 de abril de 2021

LA MALDAD DEL HOMBRE.

El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, aborrezco. Prov. 8:13.

Vivimos en un mundo de pecado y de idolatría, tanto espiritual como ideológica mente. 

Sólo una parte de la humanidad creen en Dios, el resto es ateo, agnóstico, oh no creen en nada. 

A pesar de todo, Dios nos alimenta cada día, bien sea mucho o poco. Nos reparte cada día sus bendiciones, con los frutos de la tierra y con la lluvia. 

El sol nos abastece de energía, y la luna nos alumbra por la noche. Luego Dios es el dueño de este mundo en medio de una galaxia, en la cual hay un agujero negro que embulle todo lo que se acerca a el. 

Dios coloco la tierra el sol y la luna a la distancia adecuada, para no ser absorbidos por el agujero negro. 


Sus constantes cuidados y poder sustentador lo conserva generosamente y productivo, dando cada día el sol y la lluvia.

Pero hay algo en cuanto a Dios que el mundo no comprende. 

El no se complace en ser el único propietario de este mundo. 

En el ser humano hay un ansia de edificar, y ser dueño de algo que sea nuestro. El ser humano experimentan una sensación de alegría cuando poseen algo propio. 

Es la satisfacción del ser humano cuando posee algo que le a costado tanto trabajo. Si retrocedemos en el tiempo, el hombre abandono a Dios y se alió con el rey de este mundo. 

Dios envió a su Hijo para rescatar lo que se había perdido. Los mundos no caídos, estaba asombrados los acontecimientos que se estaban desarrollando en la tierra. 

Cristo estaba colgado sobre un madero, su vida fue entregada para salvar la tierra. La satisfacción del padre fue grande, ya que se había recuperado lo que se había pedido. 

Este amor por el hombre se hace notar en la parábola del hijo prodigo. 

Con que tierno amor recibe al hijo que se había perdido. Este amor no lo podemos comprender, pero dentro de nuestra limitada compresión si lo podemos comprender. Una madre sufre por su niño que ve cómo poco apoca, su enfermedad lo consume. 

El medico le da una pequeña esperanza de que su hijo vivirá. Se aferra a las promesa que Dios le concede. 

Un tiempo después su único hijo se recupera de su enfermedad. 

El gozo de esa madre el hombre no lo puede comprender, sólo ella lo puede comprender. 

Así es el amor del Padre nuestro Dios al recuperar lo que se había perdido. 

La tierra será como al principio, los alimentos que comerán el hombre serán los mismos que al principio de la creación. 

Por ello debemos de aprender a comer los productos de la tierra, tanto semillas como frutas. Porque a dónde van los hijos de Dios, no abra otra alimentación que la del principio.

MARANATA.

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