martes, 27 de octubre de 2020

RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS.

Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os es dicho por Dios, que dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Mateo 22: 31-32.

¡No me quieres!” Esta es la exclamación patética que se oye entre los seres humanos. Todos la hemos escuchado en muchas ocasiones, y sobre todo en momentos de dolor. 

¿No habéis leído? Es una represión implícita en estas palabras (cap. 21:42). Ser sentido amado por Dios es una da las mayores satisfacciones del cristiano. ¿Que honor podría en ser un Dios de muertos?

El Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob es un Dios de vivos. Cuando se le apareció Dios a Moisés en la zarza ardiente. 

¿Por qué se iba a identificar Dios como Dios de los patriarcas a menos que fuera como una anticipación a la resurrección? 

Con la misma esperanza, por la fe, Abraham “esperaba la ciudad que tienen fundamento, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hech. 11:10).

En esta mañana gocémonos en la realidad de que tenemos un Dios vivo, y que su infinito amor va más aya de los limites de nuestra compresión humana. 

El desea que pronto nos reunamos en la tierra nueva, esperando que nadie falte a la cita.

Todos aquellos hijos de Dios, que guardan sus mandamientos, están destinados a la eternidad, porque no somos criaturas del tiempo y el espacio. 

Sino somos hijos y hijas de Dios para la eternidad. El cristiano debe gozar en esta tierra anticipadamente la vida celestial, dentro de nuestro hogar, oh el lugar que elijamos para vivir, eso debe de ser un pedazo de la tierra nueva. 

La esperanza es lo último que se pierde, y la esperanza es Dios, sin el, no tenemos esperanza ni vida.En Cristo esta la vida terne. Pero nuestro archienemigo nos susurra, “¡no vivirás eternamente! ¡Eso es imposible!” 

Tienta a los seres humanos con falsos sofismas, como la inmortalidad del alma, y que cuando morimos vamos al cielo. A pesar de tantos engaños y sofismas, vivimos con la esperanza de que nuestros cuerpos mortales, se vista de inmortalidad en el día de la resurrección. 

Pero antes de que llegue ese momento de la resurrección, tenemos que testificar por Cristo y para Cristo. 

Vivir en armonía con sus mandamientos, y tener una vida inmaculada. No es egoísmo anhelar esa menta, podemos hacerlo y debemos hacerlo. 


La vida eterna es nuestra mayor aspiración. 
Nuestra más elevada aspiración es poseer el carácter de Cristo, ya que es lo único que el hombre puede llevar a la eternidad. 

Y porque la eternidad está arraigada en él, nosotros no seremos engañados . ¡Vivamos entonces con el y para él!

MARANATA.

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NOTIFICACION A LOS LECTORES.

Notificación: Estimados lectores: este blog se puede ver a través de https://. Les pido que oren por este proyecto. Sal 62:7.


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