viernes, 28 de enero de 2011

HIDOLOS OCULTOS.

Hijitos, guardaos de los ídolos.
En el centro de todo culto hay un sacrificio, y una deidad a la cual se ofrece el sacrificio. Todo hombre que no tiene a Cristo entronizado como el centro de su vida y el objeto de su sacrificio, tendrán a un ídolo allí. Y ese ídolo siempre es el yo en una o más de sus muchas formas.(foto las drogas puede ser un ídolo).

Puede tomar la forma de la grosería, o la implacable codicia, o el orgullo arrogante. Con frecuencia existe en formas mucho más sutiles.

Un autor del siglo pasado nos ha dejado estos conceptos del tema de los ídolos y sacrificios: "La verdadera prueba de un hombre es lo que elige primero. Uno elige primero ser rico; otro, ser artista; otro, estar cómodos; otro, ser respetado. Un hombre puede no saber que ha elegido esto o aquello...
Pero cuando llegan las pequeñas elecciones, las que realmente constituyen el carácter, se encontrará a sí mismos colocando un cosa primero, sacrificando todo por seguirla, casi como por instinto. El hombre que elige ser rico, sacrificará la comodidad, la libertad, aun los amigos si fuera necesarios... (foto la avaricia).

Y así el hombre qu
e se pregunta si realmente es cristiano, no necesita quedar en la duda. Obsérvese a sí mismo aunque sea por un día; vea si en cada elección busca el reino de Dios y su justicia, confiando que todas las cosas le serán añadidas, y tendrá la respuesta".

Mediante nuestras conductas y actitudes quizá inconsciente, ¿Con qué propósito hacemos nuestro sacrificios, frecuentemente imperceptibles? Nuestra
elecciones instintivas, ¿Muestran que el yo o Cristo es el fin de nuestra ambiciones y propósitos? Y aun si Cristo está entronizado en el corazón, ¿hay todavía en alguna oscura antecámara ciertos ídolos a los cuales ocasional y automáticamente hacemos sacrificios inconscientes?
(foto la bevida y el alcohol son ídolos)

La verdaderas profundidades del egoísmo humano con frecuencia son insospechadas e ignoradas por muchos. Como cristianos, necesitamos conocernos a nosotros mismos y a nuestro posible ídolo más íntimos. Con la ayuda de Dios, debemos ser diligentes para preservarnos de toda suerte de ídolos.

A. Davis.



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