Las personas que eran visitadas por Jesús, eran a los ojos de Dios vistas por dentro de lo más profundo de su corazón.
Así fue con Nicodemo, como el joven rico y con tantos otros.
Sin importar lo que los hombres hicieran para esconderse, sin importar cuánto traten de disfrazar su carácter, Jesús conocía los sentimientos más profundos y los desnudaba delante de él, para poder vestirlos con las vestiduras blancas de su justicia.
El versículo de hoy presenta a Jesús y a Simón frente a frente: Jesús fijó su mirada en él y le dijo: "Yo sé quién eres; conozco tu presente, sé dónde vives, qué haces y con quién vives".
No hay nada que podamos esconder de él. Conoce nuestros secretos más íntimos, las heridas que nos duelen, las cicatrices que nos molestan, los traumas y complejos que cargamos en la vida.
Pero Jesús añade: "Yo también conozco tu pasado. Tú eres hijo de Jonás. Conozco tus raíces, tus antepasados, la herencia genética que traes, el ambiente social y familiar en el que creciste.
Sé por que reaccionas así delante de los problemas de la vida, sé por qué tienes ese temperamento que ya te ha causó tantas dificultades.
Entiendo de tus amarguras, de tus desdichas, de tus resentimientos, conozco tu presente y conozco tu futuro, y esto es realmente lo que importa.
Tienes que mirar hacia adelante y ver tus posibilidades futuras, como puedes ayudar a otros en el camino de la vida. Tú serás llamado "Cefas". Cada persona tiene un horizonte de posibilidades de servir a Dios.
Podemos haber tenido un pasado cruel, oscuro que sólo Dios lo sabe. Podemos tener un presente triste y a veces oscuro, pero el camino escabroso y duro es el que lleva a la salvación.
Lo que realmente cuenta, es lo que realmente vales para Jesús, eres un piedra pulida ante los ojos del gran Creador.
Eso es lo que cuenta en esta vida. Cristo te presenta un futuro maravilloso, una tierra donde no hay dolor, Jesús nos presenta la esperanza de la vida eterna, sólo tenemos que demostrar fe en Él.
Simón nació en el puerto; era hombre rudo y grosero, violento. Sus luchas internas eran dura a causa de su temperamento, pero poco a poco Dios lo transformó hasta ser un hijo de Dios.
Murió crucificado cabeza abajo, un viernes por la tarde. Dios puede transformar a cualquier hijo suyo, como lo hizo con Pedro, sólo tenemos que dejarnos guiar por Dios. Deja tu vida en manos del Maestro, y veras un cambio en todo los sentidos, Jesús lo hizo con Pedro y conmigo, contigo tambien lo ara.
MARANATA.
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