martes, 19 de abril de 2022

EL HIJO DEL HOMBRE.

Entonces Jesús les respondió, diciendo: La hora viene en que el Hijo del Hombre ha de ser glorificado. Juan.12:23.

Cuando Jesús pronunció estas palabras, estaba mirando hacia los momentos finales del sufrimiento y el dolor antes de su muerte en el Calvario; y habla de glorificación. 

La gloria de los hombres es diferente de la gloria de Dios. La gloria de los hombres pasa por el camino de los aplausos, del reconocimiento y de la fama. 

La gloria de Dios pasa por el valle de la sombra, del sufrimiento, de las lágrimas y de la muerte. Es verdad que hoy Jesús está en el cielo con el Padre. 

Es también es verdad que un día toda rodilla se doblará delante de él y que las criaturas del universo entero reconocerán su justicia y alabarán su nombre. 

Pero antes tuvo que beber el cáliz amargo del dolor y del sufrimiento. El apóstol Juan, en Apocalipsis 5:6, vio "un Cordero como inmolado". 

¿Por qué parecía muerto? Los hombres cuando quieren vencer, matan; Jesús, para vencer, muere, esta es la gran diferencia. 

Para subir en la vida, el ser humano miente, lastima a los demás, pisa sus sentimientos, traiciona la lealtad y no escatima esfuerzos; 

Jesús, para recibir la gloria, se entrega, renuncia, se humilla, guarda silencio y finalmente perece. ¡Qué diferentes caminos para el mismo fin!

Hay un mundo maravilloso esperando al ser humano. Hay una eternidad para vivir sin muerte, ni llanto, ni dolor ni cosa parecida. 

Pero antes, es preciso transitar por el desierto de esta vida y muchas veces los pies quedarán heridos en las arenas ardientes de la vida.

"En el mundo tendréis aflicción", dijo Jesús, "pero confiad, yo he vencido al mundo" (S. Juan 16:33). Él promete paz, pero no de la manera cómo el mundo la ofrece. 

La paz que los hombres buscan es apenas la ausencia de lucha interna en la especie humana, y cuanto más la buscan más lejos la ven. 

La paz que Cristo ofrece es la paz interior que genera esperanza en medio de la persecución, las dificultades y las provocaciones. 

Jesús nunca prometió que sus hijos no derramarán lágrimas en esta vida. Lo que prometió es enjugar las lágrimas de sus hijos, con su preciosa sangre.


Existe una gloria futura, un reino de paz que Jesús está preparando, pero existe también un cáliz amargo para ser vivido en el presente. 

La gloria humana es fugaz y su futuro de perdición es eterno. La gloria de Dios es eterna y su presente de sufrimiento es pasajero.

Jesús murió. ¿Dónde estaba la gloria? Todo parecía haber fracasado. Mas al tercer día resucitó y hoy vive por los siglos de los siglos. 

Tú puedes morir hoy y tus sueños pueden quedar enterrados por causa de Cristo. ¿Por cuánto tiempo? Hoy y mañana tal vez, mas al tercer día vendrá y tú también serás glorificado. Piensa en eso a lo largo de tu vida.

MARANATA.


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