lunes, 24 de enero de 2022

CASA REBELDE

¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? Dice Jehová. He aquí como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. Jeremías 18:6.

Dirigido por el Señor, el profeta Jeremías se dirige a amonestar al pueblo de Israel de antaño. Pero por ende se repite la misma amonestación a través de los siglos al pueblo de Israel espiritual. 

El mensaje es el mismo, para Dios no hay sombra de variación. Una de las cosas que tenemos que tener en cuenta cuando Dios se dirige a su pueblo y otra muy distinta cuando se dirige a una o varias personas o a una nación. 

En este caso se dirige al pueblo de Israel. No se refiere a la salvación personal, sino a la relación del pacto que existía entre Dios y la nación. 

Esto lo vemos a través de los siglos, y más concretamente a partir de 1844. Cristo quiere tener una relación personal con cada hijo suyo. 

Una relación intransferible, no caucionado por lo que digan los dirigentes de uno o otro lado del mar. 

A través del tiempo ha tenido individualmente con su pueblo, para que diese testimonio de la voluntad divina a los amigos y parientes.(Rom. 3:1-2).  

Y para que fuésemos un instrumento especial de Dios para la salvación de nuestro vecindario, amigos y familia (Gén,12:1-3; Deut , 4:6-9,20; 7:6-14 ver PP 28-30). 

La obediencia es un requisito del pueblo de Dios, si queremos obtener la vida eterna. No podemos navegar en dos aguas distintas, pues una de las dos se puede volver en contra nuestra. (orinoco)

Dios puede tomar al hombre, una persona con voluntad propia, con determinados rasgos de carácter, basado en la herencia genética, en la cultura, y convertirlo en un hombre diferente. 

El problema estriba en que Dios no coacciona la voluntad del hombre. Dios advierte a Israel de antaño y por ende al nuestro. 

En mi vida he trabajado con el barro, y cuando hacia la pieza, le ponía un trapo mojado, para que el barro no se rajarse .

El manto de Justicia que Cristo nos pone, es para que cada hijo suyo, no se agriete y se eche a perder. 

Y por ende tenga que volver a empezar a componer la pieza. 

Así como la gracia debe de ser arcilla en las manos de Dios, también los hombres y mujeres deben ser moldeados por la gracia divina.

 Pero la condición es que nos dejemos llevar y moldear conforme a la voluntad de Dios. No seamos rebeldes como nuestros padres, sino sumisos a la voluntad de Dios.

MARANATA.

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