martes, 8 de junio de 2021

LA FUENTE DEL PODER.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece Fil. 4:13.

Si estudiamos detenidamente los personajes de la Biblia nos revelaran que eran personas normales que llevaron sus tareas con sencillez. 

Eran personas que se habían consagrado al ministerio de dar las buenas nuevas. Podemos preguntarnos: ¿Cómo lograron tener tanto éxito en su campaña evangélica? 

En un mundo donde la adoración a los ídolos y divinidades era corriente. La fe de estos hombres y mujeres les llevaba a decir: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. 

Fue Cristo el que transformó a estos hombres y por ende a todos los que le siguen.

Pablo reconocía a Cristo como la fuente de todo su poder, por lo tanto no hay aquí vestigio alguno de jactancia. 

Fue Cristo que transformó a Pedro y a Saulo el fariseo en verdaderos evangelistas. Todo lo que necesitaba hacerse podría ser hecho mediante la fuerza dada por Cristo. 

Creo con sinceridad que cuando se siguen fielmente las órdenes divinas, el Señor se hace responsable del éxito de la obra que el cristiano haya emprendido (PVGM 268, 297; 3º JT 203). 

Muchas personas –algunas de ellas cristianos profesos-- viven vidas de ansiedad porque se sienten triste. No son lo que quisiera ser, y no llevan a cabo lo que les gustaría ser. 

“Ami me hubiera gustado ser ingeniero, y sólo llegue a ser Delineante proyectista. Los psicólogos nos dice que debemos aprender a aceptarnos tal como somos. 

Esto es conveniente en cierto grado; pero también deberíamos tomar en consideración el poder de Cristo que puede hacernos mejores y más competentes de lo que somos. 


En Cristo hay fortaleza para cumplir el deber, poder para resistir la tentación, fortaleza para soportar la aflicción, paciencia para sufrir sin quejarse. 

En él hay gracia para el crecimiento diario, valor para librar muchas batallas, energía para rendir un servicio consagrado. Pablo no se quejaba cuando era moldeado por las pruebas, tampoco los antiguos, ni los cristianos de la Edad Media. 

Hay una mano invisible que nos guía por donde nosotros no queremos ir. Las manos de Cristo puede tocar nuestras vida y transformarnos y llevarnos hacia los caminos eternos, todo dependiendo de nuestra fe puesta en él. Debemos estar agradecidos a Dios por qué nos conduce por sendas a veces tortuosas, pero con el resultado siempre positivos.

MARANATA.

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