viernes, 18 de junio de 2021

EL HOMBRE ARREPENTIDO.

Os digo, que así habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento. Lucas 15: 7.

Los judíos tenían la costumbre de no pronunciar el nombre de Dios, y usaban ciertas expresiones. Una de ellas era “cielo” Así no pronunciaba a Dios. 

Otras de las enseñanzas de los rabinos era que el pecador se tenía que arrepentirse no de palabra sino de hecho. 

El concepto que tenía de Dios era, con demasiada frecuencia, el que Satanás deseaba que tuviera. ¿No nos pasa a los cristianos lo mismo? 

El cristiano en muchas ocasiones tiene un concepto bajo de Dios. Cristo vino a esta tierra con el propósito de revelar el amor del Padre al hombre (Mat. 1:23). 

El amor divino había impulsado a Jesús a hacer su gran sacrificio aunque hubiera sido en beneficio de un solo pecador (Juan 3:16). 

El reproche que Cristo le dijo a los fariseos y escribas, ¡es válido en nuestro tiempo! Les llamó “Generación de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que vendrá?(Mat 3:7). 

El arrepentimiento no era ni es precisamente escapar al fuego o evitar la ira venidera. El arrepentimiento no es una mera tristeza por los resultados de nuestra iniquidad. 

Una gran mayoría de cristiano llora por sus pecados, pero pasa el día y se acabó la romería, Y empezamos otra vez. Vemos venir las consecuencias y nuestro arrepentimiento es un solo formalismo. Eso no es arrepentimiento. 

Es entristecerse por el sufrimiento que resulta de pecar más bien que entristecerse por el pecado. Creo que no nos arrepentirnos para que podamos recibir el amor de Dios, pues ya era nuestro cuando aún éramos pecadores (Rom. 5:8). 

La “benignidad” de Dios manifestada en su amor y en su paciencia es la que nos conduce al verdadero arrepentimiento y abandono de nuestros actos.(Rom 2:4; cf. Fil. 2:13). 

El verdadero arrepentimiento es el que “entristecido por su pecado, lo suficiente como para abandonar los pecados”. Judas Iscariote se entristeció por su pecado, lo suficiente como para ahorcarse. Eso no es un arrepentimiento. 

El verdadero arrepentimiento nunca conduce al pecador por una calle sin salida. Pedro negó a su maestro en la hora crítica. “Salió y lloró amargamente”. 

La diferencia entre los dos fue: Pedro se arrepintió y creyó que Dios podía y quería perdonarlo. Aceptó el perdón y la restauración como vía de escape que Dios había puesto. 

Ese es el verdadero arrepentimiento, Jesús presentó como requisito para llegar a ser ciudadano del reino de Dios. Creo que este es el arrepentimiento que abre las puertas del reino.

MARANATA.

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