viernes, 4 de septiembre de 2020

"EL PECADO QUE MORA EN MI"

Porque lo que hago, no lo entiendo; ni lo que quiero hago. . .¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará. . . ? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Romanos 7:15, 24, 25.

Pablo no relata su experiencia cuando estuvo “vendido al pecado” Pablo nos explica que cuando estaba vendido al pecado, no lo entendía por que lo hacia. 

Pablo “anhelaba” ser un buen hijo de Dios. Y esto hago, lo que me gusta seguir las huellas de mi Señor. 

Martin Lutero había aprendido evidentemente el significado de esta experiencia cuando dijo: “Tengo más miedo de mi propio corazón que del papa y la de todos los cardenales”. 

Pablo afirma su experiencia cuando reconoció como pecador antes de entregarse a Jesucristo (cap. 7:14), 

y hace destacar la importancia del Evangelio para proporcionar el poder que capacita para realizar obras de justicia (ver el caso de Wesley CS. p. 298). 

Todos los que procuran la salvación sin una entrega completa Jesucristo quedarán completamente frustrados. 

Pablo describe la lucha continua que tiene el cristiano co n el yo y el pecado, aun después de la conversión, hace notar que aun después de la conversión del cristiano siguen reconociendo que hay imperfecciones y pecados en su vida, y que tales defectos son motivos de continua intranquilidad y preocupación. 

Y a causa de esta disparidad todos nosotros estamos invadidos de un sentimiento de culpabilidad que nos hace exclamar continuamente: “Dios perdóname”. 

El sólo hecho de pasar un pensamiento impuro por la mente, deja contaminación tras sí, y cuando el pecado ha sido acariciado por largo tiempo, deja cicatriz indeleble en el alma aun después de la conversión, la cual produce este estado de tensión que conoce muy bien el cristiano. 

Cuando el cristiano ve que eso antiguos deseos y sentimientos---que él desaprueba y odia---intenta día tras día recupera su poder sobre él, lucha contra su influencia y anhela ser llenado con todos los frutos del Espíritu Santo. 

Cada noche somos testigos de las consecuencias del pecado y nuestro anhelo es recibir la ayuda prometida (1º JT.538). 

Damos gracias a Dios por llenar este vació con la obra del Espíritu Santo, ya que sin su ayuda sería imposible alcanzar la transformación del hombre. 

Cristo llena el vació que una vez reino el pecado. Una vez hecha esta reforma, y el yo, y aya desaparecido, la gracia de Cristo reinara en el hombre renovado y convertido. 

Pero Dios no forzara la voluntad del hombre, el hombre es libre para escoger su camino. Es por eso que debemos hacer la paz por medio de nuestro Señor Jesucristo, y ser renovado por el Espíritu Santo. Amen.
MARANATA.
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