sábado, 28 de diciembre de 2019

LA SENCILLEZ DE LA MUJER.


Que vuestro adornos no sea exterior, con encrespamiento de cabello y atavíos de oro, ni vestidos costosos. . . ornato de espíritu humilde y apacible, lo cual es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaba en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sujetas a sus maridos. 1º Pedro. 3: 3-5.
Hay ídolos que se alberga hoy día en nuestra familias y en nuestras iglesias. Esos ídolos tiene sobre nosotros la misma influencia que tuvo el becerro de oro sobre los Israelitas. 

¿Se escudriñará a sí misma la grey? Los pastores de la grey, ¿harán su obra como fieles centinelas de Dios? ¿Verán que ídolos están albergando? 

Cada uno de los que presiden ¿Considerará que debemos ser un pueblo separado y diferente del mundo en lo que respecta a modas en vestido, la forma de hablar, de conducta? 

¿Discernirán la idolatría en asuntos grandes y pequeños, y que ella no está separado de Dios? Cuando llegue la reprensión se avergüenza, pero no se arrepienten. 

Han tenido gran luz, grandes oportunidades, linea sobre linea y mandamiento tras mandamiento; pero el orgullo brota y florece en sus vestiduras y revela los pensamientos y las intenciones del corazón. (MS 52 1898). 

La palabra de Dios es clara y congruente. Y el profeta Isaías declara el orgullo prevaleciente de “las hija de Sion” (Isa. 3:16-24; 1º Tim. 2:9-10; 1º Ped 3:3) 

Cierto es que la vanidad es un arma que Satanás usa en todo tiempo, la uso en el desierto, y después en Israel, y sigue en nuestros días. Aunque el Apóstol Pedro y Juan lo menciones, es cierto que es Dios que juzgara estos hechos. 

La gente trata a menudo de darle a la apariencia lo que considera belleza tratando de cubrir lo que es real y natural, y lo que como es, puede ser muy hermoso, aunque diferente. 

Mas aún nunca ha sido la apariencia exterior lo que resulta bello o feo a la vista de los demás. No olvidemos: una esposa, una hija, un esposo, un amigo, tiene la obligación de presentarse fisicamente elegante dentro de sus posibilidades en la casa del Señor. 

Todas las mujeres son hermosas ante los ojos de Dios. Lo importante es el atavió interior, que debe de llevar un cristiano, ya que es un representante de Jesús en la tierra. 

Toda mujer y todo hombre tiene su atractivo, pero realmente lo que llega a las almas es el vestido que nos concede el Espíritu Santo. No seamos cómo las hijas de Israel, que por culpa de su orgullo, Dios las reprendió durante 40 años. 

Es la persona interior, lo que realmente somos y valemos (Rom 7:22; 2º Cor. 4:16; Efe. 3:16). 

El carácter intrínseco y la personalidad.
El tiempo que se utiliza en adornar el carácter con rasgos semejante a los de Cristo es mucho más provechoso que el tiempo que se dedica al adorno personal. 
Este carácter incorruptible es el manto de justicia que Cristo promete a todos sus hijos.
MARANATA.
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