jueves, 5 de julio de 2018

EL QUE NO CREE ES CONDENADO.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Juan 3:18
Juan nos dice, así como los que creen en Cristo son justificaos en virtud de su fe en él, así también los que no creen automáticamente son condenados debido a su falta de fe. 

Nunca fue la voluntad del Padre que algunos rechazara a Cristo, y los que lo hace, bien por su ideología traen así su condenación sobre si mismos. La ausencia de fe salvadora es la que provoca la condenación. 

“Todo lo que no proviene de una fe sincera, es pecado” (Rom. 14:23). Yo me hago una pregunta: “¿Es pecado lavar los platos en Sábado?” Para muchos no tiene importancia. “¿Pero que dice la ley de Dios en Exodo 20?” 

La respuesta debe ser clara y contundente. “No hagas en el obra alguna” “Pero, podemos hablar de los modelos demasiado ligeros” o tal vez de la critica. Pecado es pecado y no importa de que color sea. 

 Dios tiene una normas de convivencia para el hombre, pero no obliga a nadie ni fuerza a nadie. 

El propósito de la venida de Cristo al mundo no fue traer condenación; pero para el hombre es un resultado inevitable de la venida. 

 Dios quiere que todos sean salvos, pero es tu decisión la que ten condenara o tel salvara. En este sentido, el caso de cada creyente y de cada incrédulo, de cada santo y de cada pecador fue decidido cuando se determinó el plan de la salvación, pero se dejo con cada individuo la facultad de elegir ser santo o pecador. 

Dios no deja las cosa al azar de la vida, El Padre quiere dar más oportunidad al hombre, y por eso esta entre los hombres el Espíritu Santo para convencer de pecado y de juicio. 

El plan de la redención supera en mucho la compresión de la mente humana. 

La gran condescendencia de Dios es un insondable misterio para nosotros. No podemos comprender completamente la grandeza del plan, ni la sabiduría infinita podía idear un plan que lo superará. . . 

Y sólo podía tener éxito revistiendo la divinidad con la humanidad, convirtiéndose Cristo en hombre y sufriendo la ira que ha causado el pecado debido a la transgresión de la ley de Dios (Cart. 43, 1895). 
En el juicio final, se pronunciará una sentencia sobre los hombres individualmente, así como lo hace muchos se pronunció sobre ellos. El cristiano debe de vivir siempre previendo la proximidad de la venida de Cristo.

En cuanto a todos nosotros, en lo concerniente a nuestra experiencia personal, la segunda venida es tan cercana como la posibilidad de nuestra propia muerte. 

Vivamos para Cristo el resto de tiempo que nos quede. Sin la esperanza que nos ofrece, en realidad nuestra fe no tendría sentido. 
MARANATA.
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