viernes, 8 de septiembre de 2017

¡DIOS ME HA ACEPTADO!


Y cuando Él venga, redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio. Y de justicia, por cuanto voy a mi Padre, y no me veréis más. Juan 16:8,10.
Convencer, viene del Griego elégjo, “convencer”, “demostrar la culpabilidad”. La ley lo declara convicto es un transgresor de la ley, en este caso. 

Cristo no tiene dos cara como algunos lo sostenga. Cristo a tenido siempre una cara, y si tiene que decirnos algo lo hará a través de su palabra o directamente al hombre. Hay muchas formas como se manifiesta Dios a un pecador. 

El día de Pentecostés, cuando fue derramado el Espíritu Santo, se manifestó a los hombres convenciéndolos de su pecado en la Exhortación de Pedro “se compungieron de corazón” (Hech.2:37). Fue unas de las evidencias de que el Espíritu Santo estaba obrando. 

El pueblo se esta distanciando del temor de Dios. El Señor quiere que su pueblo confíe en él y que permanezcamos en su divino amor. Un debido temor a Dios, el creer en sus amenazas, produce frutos de justicia al hacer que el alma temblorosa acuda a Jesús. 
Muchos debieran tener este espíritu hoy y volverse al Señor con humildad contrición, pues el Señor no ha presentado tan terribles amenazas ni pronunciado tan rigurosos juicios en su palabra sencillamente para que queden registrados, sino que es cierto lo que dice. 

Uno dice: “Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley”. Pablo describe: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombre” (RH 21-10-1890) Lo que se necesita el el amor de Cristo en el corazón. El yo necesita ser crucificado (yo me pongo el primero). 

Cuando el yo se sumerge en Cristo, obra espontáneamente el verdadero amor. No es una emoción ni un impulso, sino una decisión de una voluntad santificada. No consiste en sentimientos, sino en la transformación de todo corazón, el alma y el carácter, que estan muertos al yo y vivos para Dios. 

Nuestro Señor y Salvador nos pide que nos entreguemos a él. La entrega del yo a Dios es todo lo que él exige: que nos entreguemos a él para ser empleados como él lo vea conveniente. Hasta que no lleguemos a este punto de entrega, no trabajaremos con gozo, utilidad ni éxito en ninguna parte. (carta 97, 1898). 
Cristo está en el Santuario en el lugar Santísimo donde entro 1844. Podemos estar totalmente convencidos de que nuestra relación ha sido bien establecida, ¡porque Jesús ha ido al Padre y ha sido aceptado como nuestro sustituto. 

Cristo nos dio una garantía hasta el fin del tiempo: El Espíritu Santo impartirá una parte de la reserva plena de la verdad en el hombre.
Maranata:
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