viernes, 15 de octubre de 2021

UN CORAZÓN NUEVO.


Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne Ezequiel 36:26.

Cierto es que hoy en pleno siglo XXI, hay cirujanos que transplanta órganos vitales como el corazón. Pero el gran médico celestial es el mejor cirujano. 

Sólo él, quien hizo el corazón humano, puede hacer un trasplante de corazón. Cristo, nuestro Dios, puede hacer ese transplante de corazón al ser humano. 

Nuestro siglo es la era del progreso de la ciencia médica. El primer cirujano en hacer un transplante fue el Dr. Barnard, de Sudáfrica. 

Por grande que sean estos progresos, son todos ellos muy limitados. En este verso se nos presenta la gran enseñanza de Ezequiel. 

La promesa de restauración dependía de la renovación espiritual y moral del pueblo. 

Desde el principio Dios ha procurado y sigue procurando introducir los principios del nuevo pacto, pero nosotros con nuestras acciones y hechos, negamos a ser renovados. 

¡Cuando necesitamos cambiar los corazones viejos por otros nuevos! ¡Cuántos necesitamos que alguien renueve nuestro maltrecho corazón! 

Dios en el Sinaí, quiso renovar el corazón de su pueblo, pero el pueblo negaba aceptar en nuevo pacto. Es nuestra incredulidad la que no queremos aceptar que nos operen. 

Una de las cosas que muchos israelitas no comprendieron fue que sin sin la gracia no podemos ser transformados. Nuestras obras son como trapos de inmundicia. 

Nuestro corazones son como piedras labradas. Los profetas constantemente intentaro elevar la vida espiritual del pueblo de Dios. 

Hoy tenemos más luz que la que tuvieron ellos, y nuestros corazones siguen con las mismas costumbres. Esta pregunta no cambia en el tiempo: 

¿Abandonarían oh abandonaremos nuestra propia justicia para aceptar la gloriosa estipulación del nuevo pacto? ¿Cesará nuestros vanos esfuerzos para establecer nuestra propia justicia y confiar en la justicia de Dios? 

Depende de cada hijo de Dios. No seamos como ellos, que no aceptaron lo que Dios le ofrecía. 


Los hijos de Dios corren un gran peligro de que en nuestra época de tanta luz, los hijos de Dios escojan vivir bajo las condiciones del viejo pacto. 

Vemos que la sociedad está enferma espiritualmente. ¿pero como estamos tú y yo?. Creo que la obediencia es una condición necesaria para nuestra salvación. 

A través del Espíritu Santo, podemos encontrar a Jesús, ya que su justicia se cumple en nosotros. Por Gracia somos salvos, por la fe en Cristo Jesús. Rom 7:24-25.

MARANATA.

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