jueves, 7 de octubre de 2021

DIOS PROVEERÁ..

Y respondió Abraham; Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. Gén. 22:8.

Hace cuatro mil años, la historia de Abrahán e Isaac llega con tanta claridad a nuestros días, que todavía sacude en nuestros oídos. 

Nos acordamos de ese anciano: ¿Cómo encontró fuerza para obedecer a la voluntad divina? El viaje no era pequeño, se extendía desde Beerseba, Debir y el tramo final Mamre y desde allí al monte Hebrón. 

Muchos días de camino, con la misma pregunta. ¿Por qué? Muchas veces nos hacemos nosotros la misma pregunta. “Yo tambien me hago esa misma pregunta. 

Dios no quiere el mal para sus hijos, pero permite ciertas situaciones para que el oro sea pulido. 

Vemos que la respuesta de Abrahán constituye una expresión profética emanada de una fe sincera y profunda que elevó su alma al Dios del universo. 

Pero si sólo hablase de Abrahán, sería un fracaso rotundo. ¿Que podemos decir del muchacho? ¿Acaso no tuvo el fe en el Dios de su padre?

 “Sí” Pero mientras avanzaba por el camino, se hacía preguntas y esas preguntas se transformó en ansiedad, en presagio, y finamente en una verdad desnuda al mirar la muerte cara a cara. 

Se que mi fe no es tan grande, no se si la vuestra es tan grande como la de del hijo de Abrahán. 

Pero hay una lección tenemos que aprender de este relato. La pregunta del hijo es desgarradora para el padre. 

“Padre mío. . .He aquí el fuego y la leña, mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” 

La respuesta fue clara. El cordero era él mismo. Me imagino a Abrahán llorando y extendiendo el cuchillo, y oyó la voz de Dios. 

Él sabía que Dios era poderoso para levantarlo de la tumba (Heb. 11:19).

¿Cuántas veces hemos oído la voz de Dios en nuestros corazones. ¡Detente! “No lo hagas”. Dios a provisto la ofrenda (Isa.1:18). 

Si no hubiera sido por la convicción de que estaba haciendo la voluntad de Dios y que su “único” hijo le sería restaurado, la agonía hubiera sido terrible. 

Ambos demostraron fe en su Dios, y esa fe nos es transmitida como ejemplo para nosotros. 

El Padre soporto la agonía de Cristo en la cruz, y sintió el gozo de su resurrección (ver Patriarcas y profetas p.150). 

Cada hijo de Dios tiene la seguridad de ser redimidos por el Cordero que fue Inmolado. No necesitamos sustitutos, ni intercesores, Cristo es nuestro intercesor y nuestro abogado. 

Esto lo comprendió muy bien Abrahán y su hijo. Ahora nos toca a nosotros demostrar esa fe de Abrahán a nuestra generación.

MARANATA.

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