La historia de la mujer de Lot, debería de ser una advertencia al ser humano. Abrahán sabía que ocurriría a esa ciudad, donde solo había corrupción y pecado.
La suerte estaba echada para Sodoma. Pero Dios nunca olvida a sus hijos, aunque ellos vivan en una ciudad corrompida.
Dios aborrece el pecado, es contra natura con su amor por la raza humana. Es en este contexto que Dios comisiona a dos ángeles para que los sacara de la ciudad.
Los ángeles les había instruido que debían abandonar la ciudad y sobre todo que no mirasen a la ciudad.
Pero no era suficiente meramente escapar de la ciudad; ser necesario cumplir con las instrucciones que Dios daba a Lot. Este hecho es una advertencia para el hombre.
La mujer desobedeciendo a su marido miró hacia atrás, y se convirtió en una estatua de sal. Hay muchas lecciones que los hijos de Dios podemos aprender de este hecho lamentable.
El mundo y lo que en el encierra, es atractivo para el ser humano. Hay miles de diversiones y placeres para los hijos de Dios. Nos gusta el mundo y sus placeres.
La mujer de Lot miró donde tenía sus posesiones y sus placeres, no quería saber nada de Dios, y fue su orgullo su amor por las cosas de este mundo la que la llevó a la condenación.
No comprendió el amor y la misericordia de Dios. En su corazón no cabía el amor a los placeres y el amor a Dios. Ella tenía que elegir a quien debía de servir.
Cada uno de los hijos de Dios, tendrá en algún momento de su vida a quien debe de elegir. Al mirar atrás la mujer de Lot, en ese momento rehusó renunciar a ello.
Su corazón estaba endurecido se ha convertido en una advertencia perpetua para los que quiera ser salvos. Los hijos de Dios no deben tomar medidas a medias y parecen haber renunciado al mundo mientras su corazón está todavía en el mundo.
Estos hijos de Dios no pueden soportar la prueba hasta el fin, y es cuando la puerta de la gracia se cierra (Mat 24:13; Fil. 1:6).
Es bueno para los hijos de Dios de no olvidarnos de la amonestación de Dios: “Acordaos de la mujer de Lot” (Luc. 17: 32).
Lot tuvo firmeza y confianza en las amonestaciones de los ángeles, no así su esposa hubiera sido una bendición para la familia (PP 157).
Cuántas veces Dios envía a sus ángeles para ayudarnos y protegernos de grandes peligros. Demos gracias a Dios por tal protección.
Dios no puede coaccionar nuestra conciencia, somos libres de escoger el camino. Los ángeles son nuestro mayor protector en nuestra vida, pero no nos obligará en ningún momento en nuestras decisiones
MARANATA.
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