Por tanto, nosotros todos, mirando con cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen, de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor. 2º Corintios 3:18
Pablo utiliza el episodio del velo para ilustrar la ceguera espiritual de Israel, tanto de antaño como del futuro. (2º Crónicas. 3:14-16).
Se desvaneció los símbolos y la ceguera espiritual cuando el velo se rasgo de arriba a bajo, y concluyo con la muerte de Esteban.
Los israelitas no pudieron ver el desvanecimiento de esa gloria pasajera ni comprender su significado, pues creían en los símbolos y en sus ceremonias.
Durante tres años y medio, la luz estaba con ellos, y el pueblo no conoció la luz. No quisieron ser “transformados” por la luz que era Cristo.
El cristiano debe de ser transformado por el Espíritu Santo y reflejar el carácter de Cristo. Pero nuestras vidas son como un espejo que recibe la luz de Cristo y reflejan a otros.
Moisés reflejo la gloria de Dios en el Sinaí, así también nuestras vidas siempre deben reflejar la gloria del Señor para que brille nuestro Salvador para alumbrar al mundo.
En la India hay muchos misioneros, de muchas religiones, y esta es la historia de una de esas misioneras: En un pueblo muy apartado de la India, pobre donde su calles eran barrizales en tiempos de las lluvias.
Una mujer muy anciana vivía en un cobertizo (chabola); pero día tras día una mujer misionera entraba a su choza a curarla. Con un gran corazón venia hasta la choza y cuidaba de esa mujer.
Le limpiaba las llagas, le daba de comer, día tras día, mes tras mes, y lavaba su cuerpo. Cierto día, pa paciente se levanto y saludó a la señora con una sonrisa:
“Hoy – dijo-, soñé que Jesús al que usted predica vino a cuidarme. Entró, y tenía la forma, el vestido y las manos de Jesús, pero su rostro, ¡su rostro era el de Usted.!”
Estoy seguro que cada uno de ustedes, tienen experiencias como esta o muy parecidas. Todas ellas cuando se cuenta alaban el nombre de Dios.
El plan de la redención es la transformación de nuestro carácter. Reflejar lo que Cristo ha hecho con nosotros y transmitirlo a los de más.
Esa transformación que tuvo Moisés y el pueblo vio la gloria de Dios, es la que desea Cristo implantar en los corazones de sus hijos.
Cuan maravilloso sería llegar a identificarnos tanto con nuestro Señor que los que viven con nosotros puedan distinguirnos de otros, porque poseemos el magnetismo del Maestro en nuestro rededor.
Jesús debe llegar a ser para nosotros más que un reformador. Debemos vivir para él y en él. Entonces, sólo entonces comprenderemos el gran sacrificio que Cristo ha hecho por su pueblo.
Que los momentos actuales en que vivimos, podamos ayudar al más necesitado, y que nuestro Dios sea glorificado.
MARANATA.
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