No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, exigiendo obediencia a los deseos
del cuerpo. Ya no debéis poner vuestros miembros a disposición del
pecado, como instrumentos de iniquidad. No.
Poneos a disposición de
Dios, como muertos que habéis resucitado; entregadle vuestro cuerpos
como instrumentos de justicia; porque el pecado ya no seguirá siendo
vuestro amo Rom. 12-14. versión Inglesa.
El testo nos indica
“no continúe reinando” como reinó en lo pasado. Al usar Pablo
el verbo, “reine”. Pablo no implica una comparación entre
reinar y existir, sino entre reinar y estar completamente destronado.
Los creyentes mueren con Cristo de modo que el pecado no tenga más
dominio sobre ellos.
La evidencia textual
se inclina por el texto “obedezcáis “ .
Si analizamos el
pecado, descubriremos que éste y los apetitos son inseparables. El
pecado no se puede separar del pecador. E. G. Robinso declara con
razón que “el pecado no sólo es un acto, algo ajeno al ser.
Es una cualidad del
ser. No es posible separar al pecado del pecador, ni al acto de la
persona que lo realiza. Dios castiga pecadores, no pecados”. El
pecador pone su cuerpo a disposición del pecado. Este se convierte
en instrumento de iniquidad.
Codicia con los
ojos; mantiene los oídos abiertos para captar chismes; comete
maldades con las manos; pronuncia palabras incoherentes. Todos sus
sentidos y actos participan en el juego fatal del egoísmo, la
exaltación y la complacencia propia.
El pecado todavía
tiene poder;si se lo permitimos y puede dominarnos. El haber renacido
del Espíritu Santo no elimina los deseos carnales; sin embargo, esa
experiencia nos coloca en
relación con un
poder superior mediante el cual siempre somos capaces de resistir con
éxito los intentos del pecado por dominarnos. Pero sigue
dependiendo de nosotros que decidamos si estaremos continuamente de
parte pecado o de Cristo.
Por esta razón
“cada mañana” debemos experimentar una renovación o una
conversión (ver. 3JT.93; 1º T. 699). Nuestra experiencia de ayer
no es suficiente para hoy. Aunque hayamos muerto ayer al pecado,
nuestro “viejo hombre” puede hoy reaparecer.
Podemos vivir
diariamente para Dios únicamente si mantenemos nuestra antigua
naturaleza completamente muerta al pecado. Cada día vivo en Cristo y
cada día muero al pecado.
Esta experiencia es
posible mediante las unión con Jesucristo por medio de la fe en él
que sea tal real y tan constante como para que, a semejanza de él,
odiemos al pecado y amemos la rectitud. Que esto sea una realidad en
tu vida.
Maranata
Les
agradezco sus oraciones, no estoy muy bien, pero por la gracia de
Dios se que me recuperare de la vista. Sigan orando por mi
recuperación. Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo
sea
con ustedes.
Luis
José de Madariaga.
La
Biblia a través del tiempo.
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segunda venida apocalíptica
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