Moisés aseguró a los hijos de Israel que sus necesidades básicas estarían cubiertas: “He aquí yo haré llover pan del cielo.”
No hay cosa peor para un cristiano que la incredulidad. Vivimos en una sociedad muy incrédula, llena de preocupaciones y de temores.
El hombre se ha creado un dios de bienestar y grandes comodidades. Pone su vista en las cosas terrenales y olvida las cosas celestiales.
Durante siglos la ley de Dios había desaparecido. El hombre la borró de su corazón, no reconocía al Dios que creó los mundos y nuestro universo.
Las promesas hecha a su siervo Abraham, se iban a cumplir, y su santa ley reivindicada. El pueblo recogió el maná un viernes, ya que el Sábado estaba por aparecer.
“Dentro de esa multitud de seiscientos mil hombre de pie, sin contar los niños. Subió una gran multitud de diversas gentes. Dios quería que el pueblo se prepararse para escuchar sus palabras.
Y ese día a lo largo de los siglos debía de ser un día de preparación. El maná que recogían cada día para su consumo, se tenía que comer, no se podía guardar para el día siguiente.
Este maná era un símbolo de Aquel que vino de Dios a dar vida al mundo. Dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida. . . Este es el pan que desciende del cielo. . .
Si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo (Juan 6:48-51). Dios prometió otra bendición: “Al que venciere.
Daré a comer del maná escondido.” (Apc.2:17). La gente mista que no conocía a Dios, salió en Sábado a buscar alimentos, y no encontró nada sino arena del desierto.
Muchos de los hijos de Dios hacen lo mismo hoy, salen a buscar al mundo cosas que Dios ha prohibido. Muy a menudo los hijos de Dios, violan las reglas establecidas por Dios.
A través de los siglos el pueblo de Dios fue probado su fe. La fidelidad trae como consecuencia la estabilidad emocional y psicológica, porque has puesto a Dios en tu camino.
Pablo llega a decir: Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual de Dios no es hecho sabiduría, justificación, santificación, y redención (1º Cor. 1:30).
El pueblo que salió de Egipto no pudo entrar en la tierra prometida.
Pero hay una tierra prometida que Pablo hace referencia;
“Antes, como está escrito: Ojo no ha visto, ni oído ha escuchado, ni han subido en corazón de hombre, las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. 1º Cor. 2:9).
Todos somos predicadores para llevar la gran noticia al mundo, y ala vez somos espectáculo para este mundo. Lleva el agua viva a otros que la necesita.
MARANATA.
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