martes, 19 de octubre de 2021

Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificio al Dios de su padre Isaac. Y habló Dios a Israel en visión de noche. . . Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación Gén. 46:1-3.

Jacob estaba viviendo en Hebrón donde su abuelo Abrahán y su padre Isaac fueron sepultados. La pérdida de un hijo, y ya anciano, se le abre una oportunidad de encontrarse con su hijo. 

La promesa que Dios dio a Abrahán estaba apunto de empezar. Jacob se detuvo en Beerseba, en la frontera meridional de Canaán, donde Abrahán había erigido un altar a Jehová. 

Y fue allí donde Jacob consulto a Dios por las buenas noticias de Jose. 

Y fue allí donde Jehová habló con su siervo Jacob. Muchas veces a lo largo de nuestro caminar cristiano, nos detenemos y meditamos en lo que Dios ha hecho por nosotros. 

Como nos ha conducido, a pesar de nuestros errores. Dios quería tranquilizar a Jacob, porque este tenía dudas en cuanto al futuro de su pueblo, y que ocurriría después de él. 

Dios tiene muchas formas de hablarnos, y yo doy fe de ello. Pues más de una vez os he relatado como Dios me ha contestado mandando una persona para salvarme de la situación en que me encontraba. 

Dios en su infinito amor, y a pesar de nuestras circunstancia, Dios te ha ayudado en tu vida. 

Así fue como Dios consoló a su siervo, y le dio la esperanza de hacer de el una gran nación. La misma promesa que se le dio A Jacob, se nos da a nosotros, todos aquellos hijos de Dios. 

Cierto es que Jacob tenía miedo de ir a Egipto, se acordaba de la mala experiencia de Abrahán en Egipto (Gén 12:14-20), y que Dios una vez le había prohibido a Isaac que fuera allí durante el periodo de hambruna (cap. 26:2). 

El saber si Dios aprobaba este viaje era muy importante para su vida. Egipto en la biblia significa corrupción, paganismo, idolatría. 

No olvidemos que Israel se llevó consigo muchas de sus costumbre. 

Hoy los hijos de Dios estamos viviendo en un mundo igual que vivían los egipcios, miremos por donde miremos, vemos idolatría, corrupción, depravación moral y un largo etc. 

Después de 400 años salió Israel a la tierra prometida, como Dios prometió a Abrahán, Isaac, y a Jacob. 

Los hijos de Dios espiritualmente, estamos en Egipto, y tenemos que salir de el. 

Dios nos ha dado una orden: “Salir pueblo mio, no os contamineis con las cosas del mundo”. 

Debemos de recorrer el camino a la santa ciudad, y la recompensa que obtengamos está en la en la santa ciudad. 

Los santos amados de Dios tendremos que pasar por muchas pruebas, Pero nuestras ligeras aflicciones, que sólo duran un momento, obtendrán una rica recompensa. Cristo está a las puertas.

MARANATA.

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