Esta advertencia y promesa sólo implica a los que son nacido de Dios. Se supone que los que no son nacidos de Dios no verán el reino de Dios.
Es curioso que el apóstol Juan haga esta declaración, sobre todo en en el primer siglo de la era cristiana.
Entre el siglo primero y el tercer siglo, se estaban levantando hombres que aparentaban ser verdaderos hijos de Dios, pero en realidad no lo eran.
Juan está hablando de ser nacidos del Padre. En el cap 2:29, el nos habla de un conocimiento adquirido por la experiencia (1º Juan 1:3; Rom.3:19).
Juan relaciona un conocimiento teórico como base y al mismo tiempo un conocimiento práctico con una base y experiencia en su vida de hijo de Dios.
Tenemos la parábola de la higuera, Cristo la dejó un año más de vida, para haber si daba fruto. No sabemos si la corto, pero si sabemos la lección que nos quiere enseñar.
Esto sugiere que la misericordia de Dios y la paciencia de Dios son casi ilimitadas. “Casi”, porque todos sabemos que los juicios de Dios están por caer.
Todo hijo de Dios sabe que la justicia debe de ser aplicada. Nadie podrá dudar de la justicia de Dios, luego todos que sean redimidos han nacido de Dios.
Juan quiere ir un poco más allá. “No practique el pecado”. “o no continúes en el pecado” Así caracteriza el apóstol a los que han nacido de Dios.
Cuando los hijos de Dios se ponen en su mano, dejan la senda del pecado. Aborrece los pecados que solían amar y aman la virtudes que antes aborrecía (Rom 6:2, 6; 7:14-15).
Dios es sumamente misericordioso, lo sabe “tu” y lo se “yo” . Jesús en su vida nos dio suficiente evidencia de la misericordia de Dios Padre.
Creo que los cristianos, desde el primer siglo hasta nosotros hemos tratado de conseguir por la gracia de Cristo y la misericordia del Padre que seamos aceptados para su reino.
El poder divino actúa en tu alma, como en la mía, Él está dispuesto hacer todo lo posible para que seamos libres del pecado que nos agobia.
Tenemos que desarrollar en nuestra vida un carácter semejante al de Cristo.
Creo que el que es nacido de Dios y quien ha morado el poder vivificante de Dios, no podemos continuar en nuestra antiguas prácticas de pecado.
Una vez bautizados, debemos seguir los puros ideales que han sido implantados en nuestros corazones mediante el nuevo nacimiento.
MARANATA.
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