lunes, 6 de enero de 2020

LAS AGUAS AGITADAS.


Señor, le respondió el enfermo, no tengo hombre que me meta en el estanque cundo el agua es agitada; pues entre tanto que yo vengo, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda. Juan. 5:7-8.
A lo largo de la historia del hombre, Satanás a trastornado al hombre, con enfermedades síquicas, físicas y materiales. Decir esto en el siglo XXI, es una locura o te tiene por un demente. 

La triste historia del hombre nos enseña que el hombre no esta excepto de enfermedades. Nuestra historia se desarrolla en Betesda. 

Un hombre que arrastraba una enfermedad larga de 38 años y además era penosa, al igual que muchos de ustedes, que tienen enfermedades largas y costosas. 

Jesús le hace una pregunta retorica ¿Quien eres? La patética respuesta del afligido pone de manifiesto una historia de miseria física, de haber sido abandonado por sus amigos y familiares. 

Su historia llena de desengaños de sus amigos y de reiterados motivos de esperanza. Puede ser nuestra propia historia en este siglo XXI. 

Su única esperanza estaba en el estanque que a la sazón se suponía que era milagrosa. 

En su afán de ser sanado en el estanque, se olvido de quien podría curarle. 

Pero un día su esperanza alumbró su triste vida. No pensó de que Jesús podría salvarle la vida física y la espiritual. Y esto nos pasa muy a menudo a los seres humanos. 

Con voz suave y melodiosa Jesús se dirigió al enfermo. Su presencia le inspiro confianza al enfermo (DTG.171-172). La voz melodiosa de Jesús diciendo: “Levántate, toma tu lecho y anda”. 

La nueva oportunidad de rehacer su vida vino de un Dios bondadoso. La nueva oportunidad que se le presentaba no le exigía competir con nadie. 

Su respuesta a la invitación de Jesús no de pendía de su capacidad de correr más, de hablar mejor o de destacarse mas que otros. Dependía sólo de su fe. 

Mediante ella podía aferrarse al poder sanador del profeta de Galilea y obtener su rehabilitación.Sólo mediante la fe sanadora y mediante la intercesión de Cristo el hombre podría ser sanado. 

Este milagro nos enseña mucho acerca de la forma en que Dios trata al hombre. El Señor nos ofrece salvación a ninguna persona por lo que ésta sea, por lo que pueda hacer o por el puesto que ocupa en esta sociedad. 

Dios mira más allá de todo eso y ve la necesidad del hombre.

Con infinita compasión se inclina hacia él, dondequiera que se encuentre, y suple su necesidad. 

La salvación no depende de un sorteo o de un número afortunado.
La salvación es por medio de la fe y esta se tiene que ejerced en la vida del hombre, sin fe es in posible llegarnos a Cristo. La fe es la mano del hombre que se aferra q Cristo. 
MARANATA.
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